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sábado, 20 de septiembre de 2025

El día del Señor: domingo 25 del T.O. (C)


El Señor nos pide un estilo de vida serio y alegre basado en la honestidad y en el respeto a los demás. Esa es la prudencia cristiana. Acompaño varias reflexiones.

"¿Por qué puso el Señor esta parábola?, se preguntaba S. Agustín. No porque el siervo aquel fuera un modelo a imitar, sino porque fue previsor para el futuro, a fin de que se avergüence el cristiano que carece de esta determinación".

Quiere el Señor que pongamos en los asuntos de nuestra alma, el empeño, la ilusión y la habilidad que muchos ponen en lo que les interesa, en lo que les es más entrañable y querido. El cristiano no debe tener un tiempo para Dios y otro para los negocios de este mundo, no debe tener "dos señores" sino solamente uno y a Él hay que servir, también en los afanes diarios, con toda el alma. "Escucha Israel: el Señor, nuestro Dios, es solamente uno. Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón... Las palabras que hoy te digo quedarán en tu memoria, se las repetirás a tus hijos y hablarás de ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado" (Dt 6,4-7).

Los hijos de la luz han de poner todo su empeño por estar presentes en aquellos lugares en que se trabaja por el bien común colaborando con todos con dedicación e ingenio para hallar soluciones que hagan más humana y cristiana la sociedad en que viven. Como aquellos primeros cristianos que escribían: "no dejamos de frecuentar el foro, el mercado, los baños, las tiendas, las oficinas, las hosterías y ferias; no dejamos de relacionarnos, de convivir con vosotros en este mundo. Con vosotros navegamos, vamos a la milicia, trabajamos la tierra y de su fruto hacemos comercio" (Tertuliano).

La enseñanza, la defensa de la vida y el medio ambiente, la justa distribución de las riquezas, la familia, los medios de comunicación, la libertad, la igualdad de derechos y ante la ley, la transparencia en los negocios y en la política, el acceso de todos a la cultura..., todo aquello que atañe al bien común, debe ser objeto de nuestros desvelos, de forma que esas realidades vayan impregnándose del espíritu de Cristo.

El cristiano no debe buscar el éxito personal como único objetivo: "No podéis servir a Dios y al dinero", nos recuerda el Evangelio de hoy; sino que hemos de servir a Dios con el dinero, el prestigio profesional, con la iniciativa y responsabilidad que el Señor elogia al referirse a los hijos de este mundo.

«Decía también a los discípulos: «Había un hombre rico que tenía un administrador, al que acusaron ante el amo de malversar la hacienda. Le llamó y le dijo: "¿Qué es esto que oigo de ti? Dame cuenta de tu administración, porque ya no podrás seguir administrando". Y dijo para sí el administrador: "¿Qué haré, puesto que mi señor me quita la administración? Cavar, no puedo: mendigar, me avergüenza. Ya sé lo que haré para que me reciban en sus casas cuando sea retirado de la administración". Y, convocando uno a uno a los deudores de su amo, dijo al primero: "¿Cuánto debes a mi señor?". El respondió: "Cien medidas de aceite". Y le dijo. "Toma tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta". Después dijo a otro: "¿Tu, cuánto debes?". El respondió: "Cien cargas de trigo". Y le dijo: "Toma tu recibo y escribe ochenta". El dueño alabó al administrador infiel por haber actuado sagazmente; porque los hijos de este mundo son más sagaces en lo suyo que los hijos de la luz.
Y yo os digo: «Haceos amigos con las riquezas injustas, para que, cuando falten, os reciban en las moradas eternas.
Quien es fiel en lo poco también es fiel en lo mucho; y quien es injusto en lo poco también es injusto en lo mucho.
Por tanto, si no fuisteis fieles en la riqueza injusta, ¿quién os confiará la verdadera? Y si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿quién os dará lo vuestro?
Ningún criado puede servir a dos señores, pues odiará a uno y amará al otro, o preferirá a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al dinero» (Lucas 16, 1-13).

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