Tratando a San José encontraremos a Jesús y María y seremos buenos cristianos. Acompaño mis reflexiones.
La figura de S. José, que hoy contemplamos, se agiganta cuando vemos que Jesús, siendo el hijo de Dios a quien el cielo y la tierra están sujetos, quiso estar bajo la autoridad de José. La sublimidad de esta obediencia honra a S. José más que todos los elogios que la piedad cristiana pueda dedicarle.
Dios puso en manos de S. José lo que más quería: su Hijo y su Madre. “Si es verdad que la Iglesia entera es deudora a la Virgen Madre por cuyo medio recibió a Cristo, después de María es S. José a quien debe un agradecimiento y una veneración singular. José viene a ser el broche del Antiguo Testamento, broche en el que fructifica la promesa hecha a los patriarcas y los profetas. Sólo él poseyó de una manera corporal lo que para ellos había sido mera promesa” (S. Bernardino de Siena).