Una muchacha de Alepo, un toxicómano paraguayo y una periodista polaca conmueven la Jornada Mundial de la Juventud
Con una coreografía digna de los Oscar y tres relatos conmovedores a cargo de sus propios protagonistas, el Papa Francisco y más de un millón y medio de jóvenes de 187 países han cantado, han llorado y han rezado el sábado al anochecer con una intensidad difícil de encontrar en un mundo cada vez más superficial.
A su llegada a la inmensa explanada preparada para el encuentro con los jóvenes en las afueras de Cracovia, Francisco y varios de los peregrinos cruzaron una «puerta santa» simbólica, antes de dirigirse al estrado, del tamaño de un campo de futbol para acoger una gran orquesta y coro, así como un espacio muy amplio para el baile y la representación.
El espectáculo comenzó con danzas, que fueron dando paso a representaciones de escenas que invitaban a pensar. La primera fue el aislamiento en el que vive la gente caminando rápido por calles abarrotadas pero sin ver a nadie, pendientes solo de sus «smartphones» y auriculares, encerrados en sus cabinas de cristal.