Al corregir a los fariseos el Señor nos invita a cuidar la sinceridad y veracidad en nuestra vida. Acompaño mis reflexiones.
“Este pueblo me honra con los labios pero su corazón...” He aquí un severo llamamiento a la honestidad con Dios, a no tranquilizar la conciencia con el cumplimiento de unas prácticas cuyo contenido se ha olvidado. Es como si Jesús dijera: este pueblo me miente. Toda acción humana arranca del corazón, pero -si está manchado- el hombre entero y su actuación quedan manchados.
¡Cuántas fiestas que celebramos y que tienen un origen cristiano se han convertido para algunos en una fiesta en la que Dios está ausente! La Navidad, la Semana Santa y la Pascua, los Domingos... ¿no son con frecuencia un tiempo para disfrutar de unas vacaciones en la nieve o la playa, de diversiones en las que el sentido religioso se ha diluido?