En Navidad podemos ahondar en la consoladora realidad de que Jesús, perfecto Dios y perfecto hombre, nos acompaña siempre en nuestros quehaceres cotidianos Envío mis reflexiones.
Jesús, a quien hemos contemplado en Navidad como un pequeño que no puede valerse por sí mismo y que fue bañado, vestido, abrazado, besado, criado y educado por María y José, esto es: un Jesús de carne y hueso, hombre verdadero, es la Palabra que originó todo lo que vemos y no vemos.
Jesucristo es Dios. No es un hombre tan sólo, ni siquiera un hombre excepcional o el más perfecto que haya existido, sino una criatura humana perfectísima que también es Dios, como declara el Símbolo Atanasiano. Jesucristo, el Hijo de Dios, vive desde siempre en el seno del Padre. Sólo desde esta filiación eterna se puede explicar la filiación terrena en el seno de María, como explicó S. Tomás de Aquino (S. III, q. 32).