Hace una década la adolescente Haru perdió a su familia en el tsunami del desastre de Fukushima. A duras penas ha salido adelante gracias a los cuidados de su tía, con la que vive en Hiroshima, pero ahora un ictus la deja sola y rota. De modo que deja su casa y emprende un viaje hacia el lugar donde vivía con su familia, en el que encuentra a diversas personas que le ayudarán a convivir con su dolor, hasta alcanzar el lugar al que alude el título, el teléfono del viento.
Casi dos horas y media de metraje necesita Nobuhiro Suwa para desarrollar su historia, un genuino y logrado canto a la vida, por encima de las penalidades que conlleva; pero el espectador paciente se verá recompensando durante su visionado con emociones genuinas y sencillas. Al modo en que ocurría en Una historia verdadera, la protagonista se encuentra en el camino a gente diversa que amplía su visión del mundo, desde una anciana superviviente de la bomba atómica que vive con su hijo, a un matrimonio con la esposa embarazada, un ingeniero de la centra eléctrica de Fukushima que también perdió a su familia, y la familia turca del voluntario que ayudó al ingeniero durante la tragedia.
La película, muy bellamente fotografiada, presenta momentos muy emotivos, sobre todo aquellos en que asoma con fuerza el desgarro de Haru, interpretada con enorme naturalidad por Serena Motola. Y por supuesto el clímax telefónico, precedido del encuentro con un niño que le obliga a salir de sí misma. Es cierto que domina la parsimonia en la narración, con planos sostenidos largamente, pero se logra una perfecta combinación de lirismo y tono documental, con el riesgo de una escena onírica incluida.
decine21
No hay comentarios:
Publicar un comentario