Como a Tomás, el Señor nos concede la gracia para creer en su Resurrección. Así nos llena de esperanza. Acompaño mis reflexiones.
La alegre noticia de la resurrección de Jesús, fundamento de la fe cristiana, fue acogida inicialmente por los discípulos del Señor con muchas reservas. Los evangelistas nos hablan de las dudas y la terca incredulidad de casi todos. La más expresiva es, tal vez, la del apóstol Tomás que acabamos de escuchar.
Aunque todos le aseguraban: "Hemos visto al Señor", Tomas contesta que "si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo". Es evidente que no quiere dejarse llevar por crédulas declaraciones y exige toda una exploración. Esta postura, aunque ofensiva para el resto de los discípulos que no le iban a mentir en un asunto tan delicado y serio, es sumamente valiosa para nosotros. "Mucho más útil me ha sido la duda de Tomás -confiesa S. Gregorio Magno- que la fe inmediata de la Magdalena".
Con todo, la confesión de la divinidad de Cristo que realiza Tomás cuando Cristo le invita a hacer el examen que exigía, es también meritoria, como explica S. Gregorio Magno, que distingue en ella ese aliud vidit, aliud credidit, esto es, "no es lo mismo lo que vio que lo que creyó. Volvió a ver la humanidad de Jesús, humanidad gloriosa, pero humanidad con las llagas de las manos y del costado... y creyó en la Divinidad, que no podía ver con los ojos ni experimentar con los sentidos corporales. El Apóstol actúa, pues, en dos esferas distintas, en dos dimensiones: la verificación experimental histórica (vidit) y la deducción que trasciende a la historia (credidit), según la cual conoce con certeza la divinidad" (J.M. Casciaro).
"Dichosos los que crean sin haber visto", dijo y nos dice Jesús. A veces no vemos que se produzca una mejora en nuestra conducta y nos vemos incapaces para superar ciertos defectos. No vemos el alcance de esas conversaciones orientadoras con los hijos, los familiares y amigos. No vemos que repercusión tuvo aquel servicio o ese tiempo y esfuerzo dedicados a aliviar una situación dolorosa. No vemos...
¡En cuántas ocasiones dejamos de hacer una buena acción o regateamos un esfuerzo pensando: para lo que va a servir, total, si no lo van a valorar! "Dichosos los que crean sin haber visto", nos dice el Señor. Dichosos los que sin ver el resultado inmediato, a medio o a largo plazo de sus empeños, no se desaniman o caen en un escepticismo derrotista.
“Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros». Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío». Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos». Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor». Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré».
Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro y Tomás con ellos. Se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: «La paz con vosotros». Luego dice a Tomás: «Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente». Tomás le contestó: «Señor mío y Dios mío». Dícele Jesús: «Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído»” (Jn 20,19-31).
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