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viernes, 23 de febrero de 2018

Lady Bird

Una película agridulcemente nostálgica, sobre la época de instituto y el ingreso en la mayoría de edad, escrita y dirigida por Greta Gerwig. 

Presenta algunos evidentes rasgos autobiográficos, la cineasta nació en Sacramento, su madre era enfermera, y creció en un singular ambiente religioso antes de su mudanza a Nueva York, entre otras cosas que comparte con la protagonista, Christine McPherson, que se ha autobautizado como “Lady Bird”. Lady Bird tiene 17 años –los mismos que la protagonista de Al filo de los diecisiete, un film cortado por patrón parecido al que nos ocupa–, es su último año escolar. 

Su sueño sería estudiar en una de las universidades de postín de Nueva York, pero la humilde condición familiar –su madre, enfermera, se desloma trabajando, su padre está en paro, ella asegura que “nací en el lado equivocado de la vía” en Sacramento– apunta a una universidad local como su destino más probable. Esto la enerva, porque ella es inteligente, independiente e inconformista. 

Estudia en un colegio católico, y todo lo cuestiona, frecuentemente los profesores, también monjas y curas, deben llamarle la atención. Tiene una muy buena amiga, Julie, aunque intenta entrar en el círculo de una compañera cool de alcurnia, Jenna. A esto se suman las primeras experiencias románticas, en que los chicos pueden decepcionar por su insinceridad, ya sea porque ocultan su inclinación sexual, o por una pedantería donde se ausenta el amor. 

 Herwig articula una película en línea con el cine “indie”, fresca, y que evita casi siempre los simplismos. Atrapa los sentimientos de lo que es una etapa siempre problemática, la adolescencia, pero abre el lienzo de Lady Bird, mostrando además muy bien problemas de los adultos, incluidas la necesidad para una madre de inculcar disciplina, aunque aquello no caiga simpático, las depresiones y frustraciones que afectan a los mayores, pero donde también hay espacio para el buen humor o las salidas inesperadas de quien cabía esperar como mínimo una regañina; observar y asimiliar la realidad que le rodea contribuirá positivamente a que la protagonista madure, y también las personas de su entorno crecerán con ella. 

Especialmente importante en la narración es la relación madre-hija, creíble y conmovedora. La cineasta mira con añoranza y cariño el ambiente del colegio católico, pero, al estilo de la irlandesa Sing Street, se nota que es una mirada algo externa, desde fuera, Herwig no ha interiorizado del todo las convicciones que sostienen la institución donde estudia la protagonista, aunque percibe su fuerte atractivo. Y algo queda, ella ha declarado, por ejemplo, que una historia como las negaciones de Pedro, el perdón del Señor y la contrapartida de su triple confesión de fe tras la resurrección siempre le ha acompañado. 

 Sea como fuere, en el film incide en algunas buenas vibraciones, experiencias positivas, como la de la monja que sabe aceptar una broma –la octogenaria Lois Smith–, o la del sacerdote que muestra su fragilidad, todos somos humanos, gozamos pero también sufrimos; también, en otro orden, pequeñas gamberradas inocentes, como darse un festín con las formas sin consagrar para la misa; o el rifirrafe con una señora que viene a dar una charla sobre el aborto. 

Por eso, también en lo relativo a las relaciones sentimentales, la mirada es algo chata, se muestran esas experiencias precoces como algo poco menos que inevitable, lo que, como mínimo, resulta cuestionable. Saoirse Ronan demuestra una vez más ser una grandísimas actriz, da el pego como colegiala, aunque tiene ya 23 años. 

Todos los secundarios están muy bien, es Lady Bird una de esas películas en que se mima a los personajes, no los hay pequeños; pero puestos a destacar a algunos actores, nos quedamos con Laurie Metcalf, la madre, y Stephen Henderson, el cura que lleva la actividad de teatro. Pero, insisto, todo el reparto es maravilloso.

decine21.com
Juan Ramón Domínguez Palacios / lacrestadelaola2028.blogspot.com

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