La Trinidad es el corazón de Dios: nos da a conocer su Intimidad y nos da a participar de Ella, de su Ser y de su Felicidad. Es la señal del cristiano: en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Acompaño mis reflexiones.
Si hay algo innombrable y grande, eso es el misterio que celebramos hoy. Cuando la teología busca palabras para ilustrarnos la esencia divina: Dios Uno y Trino, experimenta la angustia de ser muda.
Se diría que esta realidad nos ha sido revelada más para adorarla que para comprenderla. “Tibi laus, tibi gloria...”, ¡A Ti la alabanza, la gloria y el agradecimiento, oh Trinidad Beatísima! (Trisagio angélico). Gloria a Dios en el cielo...; Santo, Santo, Santo, cantan eternamente los ángeles y los bienaventurados sin cansarse ante la majestad de Dios, como sin cansarse se dicen cosas encendidas los que se aman.
«Yo te bautizo –dijo un sacerdote, mientras derramaba por tres veces el agua sobre nuestra cabeza– en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo».