ACTUALIDAD

miércoles, 7 de diciembre de 2016

La fe en el plató

Acaba de aparecer “Cómo defender la fe sin levantar la voz” (Ediciones Palabra), versión española del que con el mismo título –en inglés– publicó Austen Ivereigh en el Reino Unido hace cuatro años. Su objetivo es dar razones que iluminen la postura de la Iglesia católica en cuestiones donde su visión choca con el discurso predominante. La adaptación es obra de Yago de la Cierva, con quien hemos conversado a propósito del libro.

De la Cierva ha desarrollado su actividad en el periodismo –fundó y dirigió la agencia internacional de noticias Rome Reports– y en la comunicación corporativa. Enseña estas materias en el IESE Business School y en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz (Roma). La Jornada Mundial de la Juventud de 2011 en Madrid fue una de sus experiencias profesionales más intensas: allí comenzó como director de comunicación y acabó como director ejecutivo. Entre sus últimas publicaciones destacan Comunicar en aguas turbulentas: Un enfoque ético para la comunicación de crisis(2015) y La Iglesia, casa de cristal (ver Aceprensa, 3-12-2014).

 Detrás del libro Cómo defender la fe sin levantar la voz hay un proyecto que echó a andar en 2010. ¿Qué es Catholic Voices?
— Catholic Voices (CV) es una manifestación de la responsabilidad de los católicos corrientes por explicar la fe y defenderla, siempre que sea preciso, de una manera civilizada, serena y razonada, pero también en sintonía con el modo de ser de hoy. Vivimos en un mundo complejo y agitado, donde hay mucha ira, mucha intemperancia, y CV intenta poner una voz de moderación en esas circunstancias. Este proyecto empieza con la visita del Papa Benedicto al Reino Unido, como una prueba de que o nosotros somos capaces de explicar por qué la religión en general –y el cristianismo en particular– aporta elementos muy positivos en la vida de la sociedad y por qué lo que dice, la fe cristiana es como un atajo a la felicidad de los hombres, o no lo hará nadie.
CV busca que gente normal y corriente se prepare para explicar las razones de su fe en contextos polémicos, ante los medios de comunicación, en controversias públicas… Dicho esto, CV no es una asociación o una organización: es una especie de movilización para que muchos acepten el reto y se preparen, y el libro no es otra cosa que la primera fase de la formación. Este explica el método –probado en más de veinte países– y trae las “primeras fichas” sobre diez temas controvertidos en la opinión pública española. En otros países esos temas son distintos: hay países donde la relación entre fe y ciencia o el ecumenismo son clave; en España, en cambio, un tema clave es la educación.
— En el centro del libro está la disparidad que existe entre la percepción de Iglesia desde fuera y la de quienes la conocen desde dentro. ¿Cuál es la causa de esta disparidad?
— En la comunicación corporativa, que es a lo que me dedico, buscamos la identidad entre la realidad y la percepción; nos proponemos como objetivo la imagen fiel de la institución en las personas que la rodean. Es un hecho que la percepción sobre la Iglesia en muchos españoles no coincide con la realidad. ¿De quién es la culpa? De todos: en parte es de la Iglesia, porque a veces no explicamos bien las cosas o porque lo que explicamos no coincide con lo que dejamos ver; y en parte es de la falta de entendederas, o de gente que no quiere entender o que prefiere tergiversar para que no se entienda. Creo que el libro puede ayudar a un mejor conocimiento de la Iglesia: no porque vayamos a convencer a los adversarios, sino porque vamos a intentar que quienes hablan en nombre de la Iglesia tengan en cuenta a quiénes se dirigen y sepan utilizar los argumentos que son convincentes para esas personas.

La elocuencia de los gestos

— En muchas de las controversias que aborda el libro, esa disparidad se da en el terreno del lenguaje, ¿es así?
— El lenguaje, en el sentido más amplio de la palabra, desempeña un papel clave: el lenguaje verbal, los signos, los gestos… Lo que se ve, más que lo que se escucha. Por eso es muy importante seguir el ejemplo del Papa Francisco. De un modo distinto, pero con la misma filosofía, hizo Juan Pablo II: él simbolizó muchos contenidos de su magisterio. Un amigo mío dice que hay palabras que acarician y palabras que hieren. Si somos capaces de utilizar más palabras que acaricien y menos que hieran, eso, en un mundo como el nuestro –agitado, irritado, intranquilo, en tensión– será el mejor preámbulo de la fe. No es la fe, pero si logramos que la gente quiera escucharnos, lo demás es muchísimo más fácil. El mensaje que llevan los cristianos en las manos es fabuloso, pero si nosotros, cristianos, somos un contraejemplo –y hacemos lo contrario de lo que decimos– no cala el mensaje.
— “Salirse del marco” y “reformular” son los dos grandes principios que articulan estas páginas. ¿A qué se refieren?
— “Salirse del marco” quiere decir que tan importante como el texto es el contexto: lo implícito tiene una fuerza enorme. Si cuando nos preguntan a los cristianos sobre algún tema no somos conscientes del contexto en el que se hace la pregunta –y la aceptamos sin reflexión ni espíritu crítico–, las respuestas, aunque sean acertadas, no hacen más que confirmar el cliché. Por eso es muy importante pararse, ver cuál es el contexto implícito de la pregunta, entender cuál es el valor que fundamenta esa crítica a la Iglesia, y “reformular” la respuesta, es decir, explicar el mensaje cristiano de acuerdo con esos valores compartidos.
Porque no solo queremos sembrar una semilla intelectual en las personas que escuchan: queremos que esas personas se abran y se den cuenta de que esa semilla ya la tienen. Simplemente la tienen atrofiada, un poco deformada, pero esos principios antropológicos y morales en los que se entiende la propuesta cristiana ya son compartidos por la inmensa mayoría de la gente. Se consigue así que la gente no vea el cristianismo como una doctrina de marcianos, que no tiene nada que ver con lo que ellos defienden apasionadamente en su vida.

Sintonía emocional

— Para defender la fe, ¿historias o argumentos?
— Vivimos en una sociedad donde el valor de los argumentos es muy limitado. Mucha gente toma decisiones con criterios que no son racionales. Esto no nos tiene que llevar a un sentimentalismo fácil, ni a argumentar a través de emociones, pero sí a darnos cuenta de que la sintonía emocional es fundamental; y esta sintonía funciona solo con historias de personas. El ser humano está hecho de tal manera que, cuando le cuentas una historia, se pone en actitud de aprendizaje; lo vemos en los niños y lo vemos en los mayores. Cuando una película, una serie, una novela, un spot publicitario, saben contar una historia, sintonizan inmediatamente con todo el hombre: con la razón y con el corazón. Este libro está claramente del lado de las historias: primero, porque son más eficaces y, segundo, porque a veces hemos dejado el uso de las historias para quienes son contrarios la fe.
— ¿Por qué el libro llama al Papa Francisco el “gran reformulador”?
— Llama a Francisco el “gran reformulador” porque no acepta los planteamientos que deforman cualquier respuesta, y ha sido capaz muchas veces de salir de ese marco que condena a la Iglesia para dar una respuesta que a veces sorprende –y eso es suficiente– o, para simplemente poner el foco de atención en lo esencial, que puede ser el mejor modo de iniciar un diálogo.
Me pareció elocuente ver que, en muchas discusiones públicas, se coloca a la Iglesia en un marco por el que esta parece defender una doctrina que está por encima de las personas; y es irónico que se reproduzca la escena del evangelio en la que Jesús quiere curar a un paralítico y lo fariseos dicen “no, porque es sábado”. Ese modo de arrinconar a la Iglesia es como decir que la Iglesia no representa a Jesús, sino a los fariseos que dicen “no uses el preservativo, porque es malo, aunque salve vidas”, o “no recurras a la fecundación in vitro, porque es mala, aunque va a dar un niño a una familia que le va a querer”. Tenemos que resistir este planteamiento, pues lo que defiende la Iglesia busca la felicidad del hombre, y porque lo que va en contra de los mandamientos son atajos que no llevan a ningún sitio. Entonces, si conseguimos no aceptar ese marco, hemos conseguido lo más importante, que es hacernos entender o, al menos, desestabilizar un cliché.

Modelo de cristiano

— Los creyentes parecen tener una “doble ciudadanía”. El libro habla de una “tensión saludable” entre la religión y la política, entre la Iglesia y el Estado. Pero, ¿no hay veces en las que esta tensión puede derivar en esquizofrenia?
— Sería bueno que nos preguntáramos cuál es el modelo de cristiano coherente en la sociedad actual, qué santo representa lo mejor de esos dos mundos. A mí me gusta considerar que el santo de hoy –el santo laico, metido en miles de batallas, que no vive en Babia– es santo Tomás Moro. Fue una persona muy medida, con un puesto muy importante, con una formación cristiana altísima –y con una vida cristiana altísima–, que se preocupaba por su familia y… que se encontró con una tensión interna. Normalmente fue capaz de servir a la Iglesia y al Estado, a su fe y a su rey. No por culpa suya, se vio envuelto en una lucha mucho más grande que él, y supo defender la fe, sin salirse de su lugar. Y ante una condena injusta, no renunció a su fe.
Quizá alguno piense que poner a Tomás Moro como modelo es pesimista, porque perdió la cabeza. Pero los cristianos no pensamos que perdió la cabeza, sino que dio la cabeza. Y la influencia que ha tenido en muchos otros es enorme. Sobresale precisamente porque en un país con más de cincuenta obispos, solamente uno tuvo el coraje de hacer lo mismo que él.
— ¿Por qué considera tan actual la figura de santo Tomás Moro?
— Porque también hoy las autoridades públicas –de derechas y de izquierdas– van en contra de los valores que los cristianos consideramos irrenunciables. Si se me pregunta cuál es la parte del mensaje cristiano más actual y, al mismo tiempo, menos conocida, diría que es la objeción de conciencia. Por distintas circunstancias históricas, los católicos españoles no han tenido hasta ahora la necesidad de conocer y aplicar la objeción de conciencia a gran escala. En este sentido, se da una separación entre religión y política: los cristianos encuentran muchas dificultades, y a veces imposibilidad, en vivir la fe sin contradecir el sistema legal. Pero creo que esto no es renunciar a ser buenos ciudadanos, sino que es ser ciudadanos responsables, que van en contra de la tiranía de unos pocos.

Poner el foco en las personas

— Cuando un creyente manifiesta su fe en la esfera pública, es habitual que sea tachado –en nombre de la igualdad y la tolerancia– de dogmático e intolerante. ¿Cómo salir de este callejón?
— No lo vamos a hacer en una semana. Y, siento defraudar a quien compre el libro, no lo vamos a hacer leyendo un libro o una enciclopedia. Pongamos el foco en las personas, aprendamos de ejemplos que muestran que tener valores firmes no es intolerancia, sino que es el fundamento de la democracia y, con mucha amabilidad, no nos escondamos. Si hay consecuencias negativas, paciencia. Es peor acomodarse y no ser sal. La sal pica, la sal en la herida escuece, y siempre habrá un elemento de escándalo en una sociedad donde los valores son muy distintos: el “pelotazo”, aprovecharse de las circunstancias si no hay consecuencias negativas, robar si no me pillan, el egoísmo institucionalizado… En todo esto, el cristiano va a chocar; pero si no hace el esfuerzo y se acomoda a la cultura dominante, porque se siente más perteneciente al mundo que a la Iglesia cuando están en desacuerdo, es cuestión de tiempo que deje de ser cristiano.
— En este empeño por hacerse entender por todos, ¿existe el peligro de que los cristianos olviden que la Iglesia es “signo de contradicción”?
— La Iglesia es y será siempre signo de contradicción. La finalidad de la comunicación de la Iglesia no es buscar la popularidad. Pero lo que tenemos que conseguir por todos los medios es que los puntos de fricción sean claros, que la gente sepa por qué no compartimos los valores predominantes, que vea que no son posturas irracionales o “dogmáticas” y que, además, su eficacia se muestra con los hechos.
Tendremos una buena comunicación cuando a la gente le guste la Iglesia por sus cosas buenas y no le guste la Iglesia por las cosas que a veces no hacemos bien. Yo en ese contexto me encuentro muy cómodo; no me encuentro cómodo cuando se achacan a la Iglesia cosas que no piensa, ni cuando son negativas para la Iglesia ni cuando son demasiado positivas. Esa discrepancia crea una expectativa, y cuando se rompe la expectativa surge el rechazo. Yo quiero que se sepa quién es la Iglesia, que sea aceptada como un factor más de la sociedad –porque contribuye positivamente–, que en algunos casos choque por ser la excepción, y eso es bueno… La Iglesia será siempre signo de contradicción: hay mucha gente que discrepa y una minoría que ataca, pero, en esas circunstancias, nosotros trabajamos para el largo plazo. Y creo que, en ese largo plazo, santo Tomás Moro es un triunfador.
aceprensa.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario