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sábado, 30 de octubre de 2021

El día del Señor: domingo 31º del T.O. (B)

 

Dios nos ha creado por amor y para amar esa es la clave para entender el mandamiento principal. Acompaño mis reflexiones.

Los textos de la Misa de este domingo nos muestran una vez más la profunda unidad entre el An­tiguo y el Nuevo Testamento. En la primera lectura, del libro del Deuteronomio, vemos ya enunciado este pri­mer mandamiento. 

Escucha, Israel: el Señor, nuestro Dios, es Uno. Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu cora­zón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas (Primera lectura, Dt 6, 4-5). Era un pasaje muy conocido por los israelitas, pues lo repetían al menos dos veces al día, en las plegarias de la mañana y de la tarde. Este es el primero de los mandamientos, resumen y culminación de todos los demás.
Siglos después, cuando un escriba se acercó a Je­sús y le preguntó: ¿Cuál es el primero de todos los man­damientos? (Evangelio, Mc 12, 28), el Señor respondió con las mismas palabras. «La fe cristiana —explica el Papa Benedicto XVI—, poniendo el amor en el centro, ha asumido lo que era el núcleo de la fe de Israel, dándole al mismo tiempo una nueva profundidad y amplitud. En efecto, el israelita creyente reza cada día con las palabras del Libro del Deuteronomio que, como bien se sabe, com­pendian el núcleo de su existencia: "Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es solamente uno. Amarás al Se­ñor con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas" (Dt 6, 4-5). Jesús, haciendo de los dos unúnico precepto, ha unido este mandamiento del amor a Dios con el del amor al prójimo, contenido en el Li­bro del Levítico: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Lv 19, 18; cfr. Mc 12, 29-31). Y, puesto que es Diosquien nos ha amado primero (cfr. 1 Jn 4, 10), ahora el amor ya no es sólo un "mandamiento", sino la res­puesta al don del amor, con el cual viene a nuestro en­cuentro.

»En un mundo en el que a veces se relaciona el nombre de Dios con la venganza e incluso con la obli­gación del odio y la violencia —resume el Papa en los primeros párrafos de la encíclica Deus caritas est—, éste es un mensaje de gran actualidad y con un significado muy concreto» (Benedicto XVI, Encíclica Deus caritas est, 25-XII-2005, n. 1).

Hoy llega de nuevo a nuestra alma este requeri­miento de nuestro Creador y Redentor. El Señor nos pide que le amemos con obras y con el afecto de nuestro corazón, que cada día conozcamos mejor ese camino hacia la Trinidad que es la Humanidad Santísima de Je­sús, y que manifestemos nuestro amor con hechos concretos de caridad hacia el prójimo.

Con la Encarnación del Verbo y su muerte en la Cruz, el amor de Dios a los hombres ha adquirido un re­lieve impresionante. «En Jesucristo, el propio Dios va tras la "oveja perdida", la humanidad doliente y extra­viada. 

Cuando Jesús habla en sus parábolas del pastor que va tras la oveja descarriada, de la mujer que busca el dracma, del padre que sale al encuentro del hijo pró­digo y lo abraza, no se trata sólo de meras palabras, sino que es la explicación de su propio ser y actuar. En su muerte en la Cruz se realiza ese ponerse de Dios contra sí mismo, al entregarse para dar nueva vida al hombre y salvarlo: esto es el amor en su forma más radical. 

Po­ner la mirada en el costado traspasado de Cristo, del que habla Juan (cfr. Jn 19, 37), ayuda a comprender (...) que "Dios es amor" (1 Jn 4, 8). Es allí, en la Cruz, donde puede contemplarse esta verdad» (Benedicto XVI, Encíclica Deus caritas est, 25-XII-2005, n. 1).

(Marcos 12,28-34). «Se acercó uno de los escribas, que había oído la discusión y al ver lo bien que les había respondido, le preguntó: «¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?». Jesús respondió: «El primero es: Escucha, Israel, el Señor Dios nuestro es el único Señor, y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. El segundo es éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. 

No hay otro mandamiento mayor que éstos». Y le dijo el escriba: «¡Bien Maestro!, con verdad has dicho que Dios es uno solo y no hay otro fuera de El; y amarle con todo el corazón y con toda la inteligencia y con toda la fuerza, y amar al prójimo como a si mismo, vale más que todos los holocaustos y sacrificios». Viendo Jesús que le había respondido con sensatez, le dijo: «No estás lejos del Reino de Dios». Y ninguno se atrevía ya a hacerle preguntas» 

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