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sábado, 29 de junio de 2024

El día del Señor: domingo 13º del T.O. (B)

Cristo es nuestra esperanza, la lección de Jairo es elocuente. Acompaño mis reflexiones.

Como Jairo ante su hija gravemente enferma, muchos ven que nuestro mundo familiar, laboral, social, está también enfermo. El tejido social ha sido invadido por el cáncer del utilitarismo. Ya no hay principios. La falta de escrúpulos en los negocios, la corrupción política, jurídica, policial...; la mentira, la vulgaridad se adueñan de la situación.


¿Qué hacer para que el avance del mal no produzca una metástasis mortal? Acudir, como Jairo, a Cristo. “Mi niña está en las últimas; ven, pon las manos sobre ella para que se salve y viva”. En el camino hacia la casa de la enferma llegaron con esta noticia: “Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al Maestro?”.

¿No tenemos a veces la impresión de que hay obstáculos que no podremos superar nunca? Hay momentos en que parece que todo se derrumba. ¡Es inútil! ¡Esto no tiene arreglo. Con este marido, con esta mujer, con estos hijos, en este ambiente..., no hay nada que hacer; para qué molestarse! “Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo a Jairo: “No temas; basta que tengas fe”. Es la condición que pone el Señor para la solución de muchos de nuestros problemas. No perder la confianza en Dios.

Ya en casa de Jairo, encontró el Señor un gran alboroto y los lloros de los que llenaban la casa, y les dijo: “la niña no está muerta, está dormida”.A los ojos de Dios las cosas no son como las vemos desde nuestra postración espiritual, con una mirada exclusivamente humana y, menos aún, catastrofista. ¡No todo está podrido, ni carente de solución en nuestro mundo!

Dice el evangelista que “se reían de él”. No es fácil en las horas bajas de la vida evitar una mueca burlona y escéptica: ¡Hombre, no me hagas reír! ¡Esto no tiene solución! ¿Quién no ha mirado con ironía o con lástima a quien ofrece una visión optimista ante una catástrofe? Se reían de Él. Pero Jesús, tomando de la mano a la niña, la levantó y se llenaron de asombro. ¡Fe en Dios y en la Iglesia, y pondremos de pie muchas cosas que han sido abatidas!

«Y una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años, y que había sufrido por parte de muchos médicos, y gas­tado todos sus bienes sin aprovecharle nada, sino que iba de mal en peor; cuando oyó hablar de Jesús, vino por detrás entre la muchedumbre y tocó su vestido; porque decía: Si pudiera to­car, aun que sólo fuera su manto, quedaré sana. En el mismo instante se secó la fuente de sangre y sintió en su cuerpo que es­taba curada de la enfermedad. Y al momento Jesús, conocien­do en sí mismo la virtud salida de él, vuelto hacia la muchedumbre, decía: ¿Quién ha tocado mis vestidos? Y le decían sus discípulos: Ves que la muchedumbre te oprime y dices ¿quién me ha tocado? Y miraba a su alrededor para ver a la que había hecho esto. La mujer; asustada y temblorosa, sabiendo lo que le había ocurrido, se acercó, se postró ante él y le confesó toda la verdad. Entonces le dijo: Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada de tu dolencia. Por el camino, te toca la mujer de los Todavía estaba hablando, cuando llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle: -Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro? Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: -No temas; basta que tengas fe. No permitió que lo acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegaron a casa del jefe de la sinagoga y encontró el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos, que eran unas mujeres que se contrataban para llorar por los que morían, entre los judíos: las plañideras. Entró y les dijo: -¿Qué estrépito y qué lloros son éstos? La niña no está muerta, está dormida. Se reían de Él. Pero Él los echó fuera a todos, y con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo: -Talitha qumi (que significa: “contigo hablo, niña, levántate”, en arameo, dialecto del hebreo). La niña se puso en pie inmediatamente  y echó a andar -tenía doce años-. Y se quedaron viendo visiones. Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña”» (Marcos 5, 25-34).

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