Entre otras ideas, el Prelado del Opus Dei invita a agradecer a Dios el tiempo que dejamos atrás y a mirar con esperanza el año que se abre ante nosotros
Se refiere Mons. Javier Echevarría, al comienzo de su Carta, al último día del pasado año en que cantando el ‘Te Deum’ en la iglesia prelaticia de Santa María de la Paz, ante el Santísimo Sacramento expuesto en la custodia, dábamos gracias a la Trinidad Beatísima por los beneficios que nos ha concedido en el año que acaba de transcurrir. Me sentí muy unido al Papa y a toda la Iglesia, especialmente a cada una y a cada uno de vosotros, y a los innumerables Cooperadores y amigos de la Prelatura.
En estos días de Navidad, y siempre —continúa—, es lógico que se alce con más intensidad al Cielo nuestra acción de gracias, en primer lugar, por la encarnación y el nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo. Este don es el fundamento perenne de nuestra gratitud, de nuestra alabanza, de nuestra adoración, a un Dios que no cesa de amarnos con locura y que nos lo manifiesta sin interrupción.
Por eso, afirma, el comienzo del año nuevo nos debe ayudar a tener más presente esta prueba del amor divino (…) Nuestro asombro y nuestro agradecimiento aumenta aún más si consideramos que Dios no nos ha dado solamente este regalo por un tiempo o para un momento determinado, sino para siempre, y cita una palabras de Benedicto XVI en su Discurso en la audiencia general del pasado 21 de diciembre: El Eterno ha entrado en los límites del tiempo y del espacio, para hacer posible "hoy" el encuentro con Él. Los textos litúrgicos navideños nos ayudan a entender que los eventos de la salvación realizados por Cristo son siempre actuales, interesan a cada hombre y a todos los hombres. Cuando escuchamos o pronunciamos, en las celebraciones litúrgicas, este "hoy ha nacido para nosotros el Salvador", no estamos utilizando una expresión convencional vacía, sino entendemos que Dios nos ofrece “hoy”, ahora, a mí, a cada uno de nosotros, la posibilidad de reconocerlo y de acogerlo, como hicieron los pastores de Belén, para que Él nazca también en nuestra vida y la renueve, la ilumine, la transforme con su Gracia, con su Presencia.
A la luz del amoroso designio divino con la humanidad entera y con cada uno, continúa Mons. Echevarría, adquieren su verdadero relieve los acontecimientos del año que acaba de concluir: la salud y la enfermedad, los éxitos y los fracasos, los acontecimientos felices y los dolorosos, lo que consideramos bueno y lo que nos pareció menos bueno... Qué bien lo expresó nuestro Fundador en aquel punto de Camino, cuando exhorta a levantar el corazón a Dios, en acción de gracias, muchas veces al día. –Porque te da esto y lo otro. –Porque te han despreciado. –Porque no tienes lo que necesitas o porque lo tienes.
Porque hizo tan hermosa a su Madre, que es también Madre tuya. –Porque creó el Sol y la Luna y aquel animal y aquella otra planta. –Porque hizo a aquel hombre elocuente y a ti te hizo premioso...
Después de mencionar la certeza de que en el mundo abundan los dramas y sufrimientos: catástrofes naturales (…) focos de guerra y violencia (…) enfermedades y carencia de bienes de primera necesidad en innumerables puntos de la tierra, divisiones y rencillas en las familias y entre los pueblos…, pide a todas sus hijas e hijos hacer memoria de los innumerables beneficios recibidos en los meses que acaban de transcurrir, y cita, entre otros muchos los frutos espirituales de un trabajo ofrecido a Dios y realizado con espíritu de servicio a las almas; las personas que, gracias al ejemplo y a la palabra apostólica de los hijos de Dios, se han acercado con intimidad al Señor o lo han descubierto en la trama de su existencia ordinaria... (…) Y tantos otros beneficios en la vida personal, familiar y social, que toca a cada uno descubrir y agradecer.
Y en relación con el nuevo año: ¡Cuántos beneficios nos otorgará el Señor, si lo recorremos de la mano de Santa María! Se lo pedimos a nuestra Madre en esta fecha en la que la Iglesia conmemora solemnemente su Maternidad divina.
Casi al final de su Carta, recuerda la proximidad del 9 de enero, en que se cumplen ciento diez años del nacimiento de san Josemaría. Aprovechemos este aniversario para acudir con fe a su intercesión, pidiendo por la Iglesia y la humanidad, y recordando su consejo ante las dificultades: ¿Obstáculos? No me preocupan los obstáculos exteriores: con facilidad los venceremos. No veo más que un obstáculo imponente: vuestra falta de filiación y vuestra falta de fraternidad, si alguna vez se dieran en nuestra familia. Todo lo demás (escasez, deudas, pobreza, desprecio, calumnia, mentira, desagradecimiento, contradicción de los buenos, incomprensión y aun persecución de parte de la autoridad), todo, no tiene importancia, cuando se cuenta con Padre y hermanos, unidos plenamente por Cristo, con Cristo y en Cristo. No habrá amarguras, que puedan quitarnos la dulcedumbre de nuestra bendita Caridad.
OPUSDEI.ORG / ALMUDÍ
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