"Esforzaos a entrar por la puerta estrecha". Esta exhortación del Señor es el mayor mentís a la ilusión de lograr la salvación por la senda de la permisividad, de un cristianismo light. Por ese camino el hombre no sólo no llega a su destino eterno sino a ninguna parte. También en esta vida el esfuerzo es el salario del éxito.
En su homilía "Tras los pasos del Señor", S. Josemaría Escrivá, recuerda los tres caminos que tuvo en un sueño un escritor español del siglo de oro: "Delante de él se abren dos caminos. Uno se presenta ancho y carretero, fácil, pródigo en ventas y mesones y en otros lugares amenos y regalados. Por allí avanzan las gentes a caballo o en carrozas, entre músicas y risas -carcajadas locas-; se contempla una muchedumbre embriagada en un deleite aparente, efímero, porque ese derrotero acaba en un precipicio sin fondo.
Es la senda de los mundanos, de los eternos aburguesados: ostentan una alegría que en realidad no tienen... No quieren saber nada de la Cruz de Cristo, piensan que es cosa de chiflados. Pero son ellos los dementes: esclavos de la envidia, de la gula, de la sensualidad, terminan pasándolo peor, y tarde se dan cuenta de que han malbaratado, por una bagatela insípida, su felicidad terrena y eterna".
"Por dirección distinta, sigue diciendo, discurre en ese sueño otro sendero: tan estrecho y empinado, que no es posible recorrerlo a lomo de caballería. Todos los que lo emprenden, adelantan por su propio pie, quizá en zigzag, con rostro sereno, pisando abrojos y sorteando peñascos. En determinados puntos, dejan a jirones sus vestidos, y aún su carne. Pero al final, les espera un vergel, la felicidad para siempre, el Cielo. Es el camino de las almas santas".
"Luego -termina-, durante el mismo sueño, descubría aquel escritor un tercer itinerario: estrecho, tapizado también de asperezas y de pendientes duras como el segundo: Por allí avanzaban algunos en medio de mil penalidades, con ademán solemne y majestuoso. Sin embargo, acababan en el mismo precipicio horrible al que conducía el primer sendero. Es el camino que recorren los hipócritas, los que carecen de rectitud de intención, los que se mueven por un falso celo, los que pervierten las obras divinas al mezclarlas con egoísmos ".
Justo Luis R. Sánchez de Alva
almudí
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