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viernes, 21 de octubre de 2016

Más de 200.000 centenarios y 700.000 niños menos en los próximos 50 años

España perdería 5,3 millones de habitantes por el aumento de las defunciones y la caída de nacimientos. España lleva cuatro años consecutivos perdiendo población. Y seguirá haciéndolo durante el próximo medio siglo. El Instituto Nacional de Estadística (INE) publicó ayer sus proyecciones de población para el periodo 2016 a 2066, y en ellas se puede observar que en los próximos 50 años podríamos perder más de 5,3 millones de habitantes. 

A la par, nuestra pirámide de población cambiaría sustancialmente de forma, engrosando los segmentos que corresponden a las personas mayores y disminuyendo los de menor edad. Dentro de 50 años, pasaríamos de los actuales 16.000 centenarios a la asombrosa cifra de 222.104. En el grupo de hasta 4 años de edad, el recorrido sería al contrario, pasando de 2.200.892 en 2016 a 1.489.459 en 2066.


Descenso de población
Además de este cambio en la pirámide, la reducción de la población residente en nuestro país sería notoria y se debería, sobre todo, al aumento de las defunciones y la disminución de los nacimientos, fenómeno que se acentuaría a partir de 2040. Este saldo vegetativo negativo provocaría una disminución de casi ocho millones y medio de personas desde ahora a 2066, que no sería compensada por la entrada de tres millones de inmigrantes que plantean las proyecciones para los próximos 50 años.

Unos datos llamativos, pero que el propio INE matiza porque el objetivo de las proyecciones «no es el de predecir el futuro, sino el de simular lo que ocurriría si no cambiaran las circunstancias actuales», aclara Antonio Argüeso, subdirector general de Estadísticas Sociodemográficas del Instituto. Lo que es posible, pero poco probable. «Que no cambien las condiciones demográficas en 50 años es algo que no ha ocurrido nunca», señala Julio Pérez, investigador del Instituto de Economía, Geografía y Demografía (IEGD) del CSIC. De hecho, respecto a las proyecciones a largo plazo realizadas por el INE hace dos años, ya hay variaciones en estas últimas. «Son menos pesimistas», indica Argüeso. «Ha repuntado levemente la natalidad y la población mayor no crece tanto», puntualiza.

No obstante, esta mejora en el número de hijos por mujer es pírrica. Aunque el índice de fecundidad subiría desde los actuales 1,33 hijos por mujer a 1,38 en 2066, no se podría evitar que el número total de nacimientos siguiese cayendo en los próximos años y que entre 2016 y 2030 nazcan, si nada cambia, un 22% menos de niños que en los 15 años previos. La explicación está en la reducción del número de mujeres en edad fértil (entre 15 y 49 años), que bajaría en 3,5 millones en 50 años (un 32,7%).

«En los años 80, la natalidad fue muy baja y por eso ahora se están incorporando cada vez menos mujeres, que además lo hacen teniendo pocos hijos y cada vez más tarde», apunta Argüeso.

De mantenerse la situación demográfica actual, la pérdida de población se concentraría en el tramo de edad entre 30 y 49 años, que se reduciría en seis millones hasta 2066 (un 40,1% menos). Por el contrario, todos los grupos de edad a partir de los 70 años experimentarían un crecimiento. Así, dentro de 15 años en España residirían 11,7 millones de personas mayores de 64 años, tres millones más que en la actualidad. Y esta cifra se incrementaría hasta 14,2 millones de personas (un 63,1% más) en 50 años.

Esperanza de vida
En 2066, el grupo con más efectivos sería el de 55 a 59 años, y el porcentaje de población de 65 años y más, que actualmente se sitúa en el 18,7% del total de la población, pasaría a ser del 34,6% en 2066. La población centenaria (los que tienen 100 años o más) aumentaría de las 16.460 personas de la actualidad a la increíble cifra de más de 222.000 dentro de cinco décadas.

Una de las causas del aumento de este grupo de población sería que en 2065 la esperanza de vida de los hombres superaría los 88,5 años, y la de las mujeres los 91,6 años, entre las más altas del mundo. «Llegamos mejor a las edades adultas porque hemos vivido mejor. No hemos sufrido ni guerras ni hambrunas como nuestros abuelos. Se vive más porque se vive mejor», sentencia Antonio Abellán, investigador del IEGD.

Ahora bien, esto tendrá un impacto sobre la relación entre las personas que trabajan y las que no lo hacen. La tasa de dependencia se elevaría desde el 53,5% actual hasta el 87,7% en 2066. Lo que quiere decir que por cada cien personas en edad de trabajar habría 87,7 en edad de no trabajar, en su mayoría jubiladas.

Sin embargo, que esa presión se haga insoportable para el sistema de pensiones, una de las grandes preocupaciones actuales, «no es un problema de demografía, sino de calidad del trabajo», afirma Pau Miret, investigador del Centro de Estudios Demográficos de la Universidad Autónoma de Barcelona. «Ahora mismo, cuando la población del baby-boom de los años 60 está en plena capacidad productiva, ya estamos tirando de la hucha de las pensiones. Pero lo hacemos por la crisis y falta de trabajo y buenos salarios, no por una cuestión de demografía. Lo que le pueda ocurrir al Estado del bienestar en 2066 dependerá sobre todo del trabajo que haya entonces», adelanta Miret. Y su previsión es confirmada por Julio Pérez. «El trabajo de una persona en este siglo XXI genera unas cotizaciones que son 50 veces las de un jornalero de hace treinta años. Lo que hay que mejorar es la productividad del trabajo». afirma.

Que haya tantas personas que cumplan y superen los 100 años tampoco tiene por qué representar un problema para el sistema sanitario, ya que «las condiciones de los centenarios de 2066 serán como las de los que tenían 60 años a principios de este siglo. Nos hacemos viejos más tarde y los problemas de dependencia se desplazan», defiende Miret.

Además, esta mejora de la vejez está provocando que en las parejas de mayores las dependencias leves y moderadas se resuelvan dentro del hogar. «Tenemos una nueva vejez. Y no tiene por qué ser catastrófica», concluye Abellán.

Alejandro Carra

abc.es

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