Desde el año pasado, la Iglesia celebra el tercer domingo
del tiempo ordinario el Domingo de la Palabra de Dios, una ocasión para ser más
conscientes de la importancia de esa proclamación y de cómo, fieles al mandato
del Señor y en continuidad con ese anuncio, la Iglesia sigue difundiendo a
través de la Palabra, que «se ha cumplido el tiempo y está cerca el Reino de
Dios»
Hay llamadas de Dios que son como una invitación dulce y silenciosa. Otras más
imperiosas, como la que dirigió a Jonás y que acabamos de escuchar en la 1ª
Lectura. Y hay también llamadas en las que el Señor pone sencillamente su mano
sobre nuestros hombros y dice, como a Pedro y a sus compañeros de oficio:
“Venid conmigo y os haré pescadores de hombres”.
Hay que saber entonces dejarlo
todo con alegría, porque se comprende que entre las voces que suenan a nuestro
alrededor, que aturden y encantan con su brillo pasajero, se ha individuado
otra cuyo acento es misterioso pero inconfundible, dulce y exigente, sencilla
como un suspiro pero profunda como un drama, la voz de Jesús que quiere
sacarnos de la mediocridad ambiental para trabajar por la transformación de
este mundo.
El Señor se dirige también hoy a cada uno de nosotros porque
el Reino de Dios -solía decir Jesús- no viene ostensiblemente (Cfr Lc 17, 20).
Jesús, a través de su Iglesia, sus sacerdotes, un compañero que vive a nuestro
lado puede, como a estos primeros discípulos, hacernos una llamada a dejarlo
todo por Él, a extender su reinado de amor y de paz por la tierra. Hay que
saber reconocer su presencia discreta, envuelta en la debilidad de una criatura
porque no quiere imponerse.
Seguir a Jesucristo significa trabajar por la
cristianización de este mundo, procurando que ese trabajo se realice en
nosotros, en primer lugar, mediante esa profunda conversión que nos propone el
Señor en el Evangelio de hoy: “Convertíos y creed en la Buena Noticia”.
Aceptar la llamada de Jesús y ser incluidos en el círculo de
sus colaboradores más cercanos, es el mayor regalo que una persona puede
recibir de Dios en esta vida. Así lo entendieron los primeros que, nos dice el
Evangelio de hoy, “inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron”.
“No concluyas cómodamente: yo para esto no sirvo, para esto
ya hay otros; esas tareas me resultan extrañas. No, para esto no hay otros; si
tú pudieras decir eso, todos podrían decir lo mismo... Además: ¿quién ha
dispuesto que para hablar de Cristo, para difundir su doctrina, sea preciso
hacer cosas raras, extrañas? Vive tu vida ordinaria; trabaja donde estás,
procurando cumplir los deberes de tu estado, acabar bien la labor de tu
profesión o de tu oficio, creciéndote, mejorando cada jornada. Sé leal,
comprensivo con los demás y exigente contigo mismo. Sé mortificado y alegra.
Ése será tu apostolado. Y, sin que tú encuentres motivos, por tu pobre miseria,
los que te rodean vendrán a ti, y con una conversación natural, sencilla -a la
salida del trabajo, en una reunión de familia, en el autobús, en un paseo, en
cualquier parte- charlaréis de inquietudes que están en el alma de todos”. (S.
Josemaría Escrivá).
Los ninivitas abandonan el mal camino
Jonás 3, 1-5. 10
En aquellos días, el Señor dirigió la palabra por segunda vez a Jonás. Le dijo así:
—Ponte en marcha y ve a la gran ciudad de Nínive; allí les anunciarás el mensaje que yo te comunicaré.
Jonás se puso en marcha hacia Nínive, siguiendo la orden del Señor. Nínive era una ciudad inmensa; hacían falta tres días para recorrerla. Jonás empezó a recorrer la ciudad el primer día, proclamando: «Dentro de cuarenta días, Nínive será arrasada».
Los ninivitas creyeron en Dios, proclamaron un ayuno y se vistieron con rudo sayal, desde el más importante al menor. Vio Dios su comportamiento, cómo habían abandonado el mal camino, y se arrepintió de la desgracia que había determinado enviarles. Así que no la ejecutó.
Salmo responsorial
24, 4-5ab. 6-7bc. 8-9
R. / Señor, enséñame tus caminos
- Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas: haz que camine con lealtad. Enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador, y todo el día te estoy esperando.
- Recuerda, Señor, que tu ternura y tu misericordia son eternas; acuérdate de mí con misericordia, por tu bondad, Señor.
- El Señor es bueno y es recto, y enseña el camino a los pecadores; hace caminar a los humildes con rectitud, enseña su camino a los humildes.
Segunda lectura
La representación de este mundo se termina
Primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 7, 29-31
Digo esto, hermanos, que el momento es apremiante. Queda como solución que los que tienen mujer vivan como si no la tuvieran; los que lloran, como si no lloraran; los que están alegres, como si no se alegraran; los que compran, como si no poseyeran; los que negocian en el mundo, como si no disfrutaran de él: porque la representación de este mundo se termina.
Evangelio
Convertíos y creed en el Evangelio
Evangelio según San Marcos 1, 14-20
Después de que Juan fue entregado, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios; decía: «Se ha cumplido el tiempo y está cerca el reino de Dios. Convertíos y creed en el Evangelio».
Pasando junto al mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés, el hermano de Simón, echando las redes en el mar, pues eran pescadores. Jesús les dijo: «Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres». Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Un poco más adelante vio a Santiago, el de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. A continuación, los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon en pos de él.
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