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viernes, 7 de marzo de 2014

Carta del Prelado del Opus Dei (marzo 2014)

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   El centenario del nacimiento de don Álvaro, entre otras fechas, da ocasión al Prelado para hablar de la fidelidad y la lealtad. Invita a considerar "en estas semanas cómo es nuestra respuesta a la llamada divina que cada una, cada uno, ha recibido"
   Son constantes en su Carta pastoral las referencias de Mons. Javier Echevarría a las virtudes de la fidelidad y la lealtad, con motivo de diversas celebraciones en este mes de marzo; cita en primer lugar las festividades de la Anunciación de la Virgen, el día 23, y de san José, el 19, dos figuras que brillan por su fidelidad a los planes de Dios, que cumplieron plenamente lo que el Señor quería de ellos, porque sabían amar con totalidad.


También este año, continúa, conmemoramos el centenario del nacimiento de don Álvaro y el vigésimo aniversario de su ‘dies natális’, de su tránsito al Cielo. En su existencia brilla como una perla de primera magnitud esta virtud sobrenatural y humana. Luego, el día 28, el aniversario de la ordenación sacerdotal de nuestro Padre nos habla también de lealtad íntegra a la llamada divina: una “fidelidad intangible, firme, virginal, alegre, indiscutida, a la fe, a la pureza y al camino”, afirmando que es lógico, pues, que −haciendo un profundo y agradecido examen personal− consideremos en estas semanas cómo es nuestra respuesta a la llamada divina que cada una, cada uno, ha recibido.
El comienzo de la Cuaresma, afirma, nos impulsa a caminar decididamente por esta senda; un tiempo litúrgico que, como afirma san Josemaría en el punto 58 de Es Cristo que pasa«nos pone delante de estas preguntas fundamentales: ¿avanzo en mi fidelidad a Cristo?, ¿en deseos de santidad?, ¿en generosidad apostólica en mi vida diaria, en mi trabajo ordinario entre mis compañeros de profesión?». Cultivemos, también en los otros momentos del año, una oración más intensa, una mortificación más generosa, la práctica frecuente de las obras de misericordia espirituales y corporales, que, en cuanto actos informados por la fe y la caridad, constituyen un impulso poderoso para nuestros deseos de fidelidad. No es cuestión de sentimientos, sino la vibración propia del alma enamorada, aunque llegue el cansancio, el peso del pobre yo.
Se refiere ampliamente el Prelado a don Álvaro del Portillo, próxima la fecha del centenario de su nacimiento, afirmando que desde que comenzó el año, hemos tenido muy presente esa fecha, el 11 de marzo, con la mirada puesta en el ejemplo de este hijo de san Josemaría, entregado sin reservas, que supo encarnar admirablemente el espíritu del Opus Dei, y recuerda que el decreto con el que la Iglesia reconoce sus virtudes afirma que la más característica en él fue una «fidelidad indiscutible, sobre todo, a Dios en el cumplimiento pronto y generoso de su voluntad; fidelidad a la Iglesia y al Papa; fidelidad al sacerdocio; fidelidad a la vocación cristiana en cada momento y en cada circunstancia de la vida». Y concluye que la vida de don Álvaro es «ejemplo de caridad y de fidelidad para todos los cristianos».
Recuerda cómo don Álvaro solía dirigirse al Señor con esta oración: «Gracias, perdón, ayúdame más», y sugiere que esas palabras componen una oración excelente para dirigirnos a la Trinidad Santísima: agradeciendo los beneficios recibidos −¡son tantos!, muchos más de los que podemos imaginar−; pidiendo perdón por nuestras faltas y pecados; solicitando su ayuda para continuar sirviendo −más y mejor− como siervos buenos y fieles, y rememora cómo años atrás, en otro aniversario de esta fecha, se detenía en un recuento del tiempo transcurrido.
Sus consideraciones, afirma Mons. Echevarría, pueden servirnos para hablar también nosotros con Dios; sobre todo cuando, por el motivo que sea, resalten ante los ojos nuestros fallos y debilidades de modo más patente. Eran y son expresiones que llenan de esperanza. «Al contemplar el calendario de mi vida −decía−, pienso en las hojas pasadas. Son pasadas, pero no se han tirado a la papelera, porque permanecen ante los ojos de Dios. ¡Tantos beneficios del Señor! Ya antes de nacer, me preparó una familia cristiana piadosa, que me proporcionó una buena formación. Luego, tantos sucesos que señalaron mi existencia. Por encima de todos, el encuentro con nuestro Padre, que cambió mi vida por completo, de forma rapidísima. Y los casi cuarenta años de contacto íntimo y constante con nuestro Fundador...».
Se refiere el Prelado a la próxima solemnidad de san José, el día 19, y afirma que nos habla también de renovar la entrega al servicio de Dios y de las almas. El Señor ha llamado a todos los cristianos desde la eternidad para que nos identifiquemos con Jesucristo. Y san José es, después de María Santísima, la criatura que mejor ha respondido a esta convocación: es el siervo prudente y fiel, a quien el Señor puso al frente de su familia. Por eso, es patrono de la Iglesia y del Opus Dei, y es modelo para todos los discípulos de Jesús.
Insiste más adelante en los aspectos centrales de su Carta pastoral: la fidelidad y la lealtad, virtudes que don Álvaro vivió en grado heroico, y cita unas palabras de san Josemaría en una meditación en febrero de 1972: « ¡Lealtad! ¡Fidelidad! ¡Hombría de bien! En lo grande y en lo pequeño, en lo poco y en lo mucho. Querer luchar, aunque a veces parezca que no podemos querer. Si viene el momento de la debilidad, abrid el alma de par en par, y dejaos llevar suavemente: hoy subo dos escalones, mañana cuatro... Al día siguiente, quizá ninguno, porque nos hemos quedado sin fuerzas. Pero queremos querer. Tenemos, al menos, deseos de tener deseos. Hijos, eso es ya combatir».
Recuerda ya casi al final de su Carta otro estupendo aniversario que nos habla de esta virtud cristiana, al final del mes, es el de la ordenación sacerdotal de nuestro Fundador. Aquel 28 de marzo de 1925, nuestro Padre selló de un modo nuevo, sacramental, el compromiso de fidelidad que había ido cultivando desde que sintió los barruntos de la llamada divina, siendo aún adolescente. Lo mantuvo actual y operativo en todo momento, y al final de su carrera terrena podía asegurar: «¡No vaciléis nunca! Desde ahora os digo (...) que tenéis vocación divina, que Cristo Jesús os ha llamado desde la eternidad. No sólo os ha señalado con el dedo, sino que os ha besado en la frente. Por eso, para mí, vuestra cabeza reluce como un lucero.
También tiene su historia lo del lucero... Son esas grandes estrellas que parpadean por la noche, allá arriba, en la altura, en el cielo azulado y oscuro, como grandes diamantes de una claridad fabulosa. Así es de clara vuestra vocación: la de cada uno y la mía».
Pide a todos seguir rezando por la Iglesia y por el Papa, especialmente durante los ejercicios espirituales a los que acudirá. Yo comenzaré mañana el curso de retiro (…) y hoy administraré −con el gozo de siempre− el sacramento del diaconado a dos Agregados de la Prelatura, en la parroquia de San Josemaría. Pidamos al Señor que sean muy fieles a esta nueva llamada recibida, y extendamos esta oración a todos los seminaristas y clérigos del mundo entero.
Y termina: No deseo acabar sin comunicaros que el 22, al celebrar la Santa Misa en la basílica de San Eugenio, para recordar el tránsito de don Álvaro al Cielo, estaré más unido si cabe a todas y a todos, pidiendo al Señor que nos haga enteramente fieles y que nos llene de su afán de almas, como con frecuencia recuerda el Papa. Apoyad, como siempre os digo, mis intenciones.
opusdei.es /almudi.org

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