En su homilía en Casa Santa Marta el Papa Francisco explicó que las personas que confían en sí mismas, en sus riquezas o en sus ideologías están destinadas a una vida infeliz. Sin embargo, los que confían en Dios obtendrán una vida llena de frutos incluso en tiempos de sequía.
FRANCISCO
"Hoy, en este día de Cuaresma, nos hará bien preguntarnos: ¿Dónde está mi confianza? ¿En el Señor o soy un pagano, que confío en las cosas, en los ídolos que he hecho? ¿Todavía tengo nombre o he comenzado a perder mi nombre y me llamo 'yo'? ¿Yo, mi, para mí, sólo yo? Para mí, para mí, siempre el mismo egoísmo: 'Yo'. Esto no nos dará la salvación”.
Francisco concluyó diciendo que todavía hay una "puerta de esperanza” para aquellos que hayan perdido el nombre, porque Dios siempre estará dispuesto a recibirles de nuevo.
EXTRACTO DE LA HOMILÍA DEL PAPA
(Fuente: Radio Vaticana)
"Y ésta es la maldición más fuerte de aquel que confía en sí mismo o en las fuerzas, en las posibilidades de los hombres y no en Dios: perder el nombre. ¿Cómo te llamas? Cuenta número tal, en el banco tal. ¿Cómo te llamas? Tantas propiedades, tantas casas, tantas... ¿Cómo te llamas? Las cosas que tenemos, los ídolos. Y tú confías en aquello. Este hombre es maldito”.
"Todos nosotros tenemos esta debilidad, esta fragilidad de poner nuestras esperanzas en nosotros mismos o en los amigos o sólo en las posibilidades humanas y nos olvidamos del Señor. Y esto nos conduce por el camino… de la infelicidad”:
"Hoy, en este día de Cuaresma, nos hará bien preguntarnos: ¿dónde está mi confianza? ¿En el Señor o soy un pagano, que confío en las cosas, en los ídolos que me he construido? ¿Tengo todavía un nombre o he comenzado a perder el nombre y me llamo ‘Yo’? Yo, mí, conmigo, para mí, ¿sólo yo? Para mí, para mí… siempre aquel egoísmo: ‘Yo’. Esto no nos trae salvación”.
"Al final, al final, al final hay siempre una posibilidad. Y este hombre, cuando se dio cuenta que había perdido el nombre, había perdido todo, todo, levantó los ojos y dijo una sola palabra: ‘Padre’. Y la respuesta de Dios fue una sola palabra: ‘¡Hijo!’. Si alguno de nosotros en la vida, por solo confiarnos en el hombre y en nosotros mismos, terminamos por perder el nombre, por perder esta dignidad, ahora existe la posibilidad de decir esta palabra que es más que mágica, es más, es fuerte: ‘Padre’. Él nos espera siempre para abrir una puerta que nosotros no vemos y nos dirá: ‘Hijo’. Pidamos al Señor la gracia que nos dé a todos la sabiduría de tener confianza sólo en Él, no en las cosas, en las fuerzas humanas, sólo en Él”.
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