Dios se vale de los lazos de sangre o de amistad para llamar a sus colaboradores.
La amistad cristiana puede abrir la puerta del corazón de nuestros amigos, a ese Cristo que tal vez no puede entrar porque la cancela de los prejuicios los mantiene recluidos en la cárcel de la ignorancia, la reserva mental, la confusión doctrinal o una incurable pereza. La amistad es el cauce natural y divino para un apostolado hondo, capilar, hecho uno a uno, persona a persona.
¡Cuántos prejuicios contra la Iglesia, sus Sacramentos, su moral y su culto, podríamos alejar de la cabeza y el corazón de nuestros amigos! A cuántos podríamos decirles, en el cálido dédalo de la amistad: ¿quién te ha dicho que estas cosas son inoperantes en nuestro mundo y tan sólo tienen un poder tonificante en las horas yermas, solitarias o crepusculares de la vida? Es más.
A ninguno se nos oculta, por evidente, que hay cosas que sólo se admiten cuando se tratan en ese clima entrañable que la amistad crea; y que, igualmente, hay asuntos por corregir o mejorar en los demás que sólo el amigo, con su trato delicado y oportuno, puede señalar.
El Señor nos convoca a todos, de una forma o de otra, a una edad u otra. A veces lo hará a una edad temprana, como en el caso de Samuel que nos refiere la 1ª Lectura de hoy; en otras ocasiones al inicio de la madurez de la vida, como en el caso de Simón Pedro, de Juan y los otros dos discípulos. En cualquier ocasión hay que responder a esa llamada con la alegría estremecida que respira esta página del Evangelio de hoy.
Jesús pasa hoy también a nuestro lado; también en esta celebración.
Pasa cuando una sacerdote, un amigo, un buen libro, unos días de recogimiento y oración, nos lo señalan como Juan Bautista se lo mostró a sus discípulos. También pasa al lado de los que en la vida queremos cuando hacemos eco de sus enseñanzas con una conversación oportuna y el ejemplo de una vida cristiana que lucha por ser coherente. ¡Cuántas ocasiones en la vida de familia, en nuestro lugar de trabajo, en la calle, para prestar una ayuda espiritual a nuestros hermanos! Sí, Jesús se hace el encontradizo con nuestros amigos a través de nosotros cuando no rehuimos la conversación sobre temas espirituales, y ese diálogo espontáneo y sincero puede constituir para muchos el comienzo de un vivir distinto.
Justo Luis
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