Aleksandra y Błażej con sus hijos en Torreciudad. |
Aleksandra y Błażej (Polonia) participaron en unas jornadas organizadas por el Instituto de la Familia en Torreciudad, junto con otras doce parejas de Portugal, Eslovenia, Alemania, Bélgica, Suecia y Croacia.
Las impresionantes montañas de piedra caliza cortadas por barrancos, ríos y arroyos del Somontano atraen a muchos amantes del senderismo y los deportes al aire libre. Durante el verano, estos parajes fueron escenario de unas estupendas jornadas organizadas por el Instituto de la Familia.
Barbastro
Barbastro es una localidad al norte de la península ibérica, en la confluencia de los ríos Cinca y Vero. Poblada por unos quince mil habitantes, es el lugar que vio nacer a san Josemaría Escrivá en 1902. Forma parte de Aragón, tierra de viñedos y olivares, donde es fácil encontrar pueblos y aldeas de origen medieval.
En la plaza del mercado de Barbastro, junto a la casa donde nació el fundador del Opus Dei, se oyen las risas y las carreras de un grupo de niños. Sus padres les observan desde cerca. Pertenecen a la Escuela de Verano, una actividad en la que participan familias provenientes de siete países. Rosa Pich, madre de dieciocho hijos y autora del libro “Rosa, ¿cómo lo haces?”, hace de guía y nos explica dónde están los lugares que más íntimamente se relacionan con la familia de san Josemaría. La tienda de José Escrivá de Balaguer, padre del fundador, se situaba en una casa cerca de la plaza. Un poco más lejos se encontraba la casa familiar de la madre, donde ahora hay un restaurante y una tienda de comestibles. Más adelante, a través de un bonito paseo con árboles a los costados, se llega a la catedral, donde se casaron los padres de san Josemaría. Cerca está la escuela a la que asistió y donde recibió su primera comunión. Todos estos lugares están tan cerca unos de otros que incluso los niños de tres años pueden recorrerlos sin problemas. Además, los que formamos parte de la comitiva nos animamos con canciones y enormes y jugosas cerezas que tres de los chicos más mayores tienen la gentileza de ofrecernos.
Santuario de Torreciudad
El santuario mariano de Torreciudad está a media hora en coche de Barbastro. Aquí los padres del pequeño Josemaría, de dos años de edad, peregrinaron agradecidos por la curación de su hijo. Varias décadas después sería él quien impulsaría la construcción del santuario, en el mismo lugar donde había venido en peregrinación. Durante siglos, este lugar ha estado bajo la protección de la Virgen María, a la que se le representa en una talla de rasgos oscuros. A los que venimos de Polonia, esta característica pictórica nos recuerda a la Virgen de Czestochowa, que también es una Virgen morena. De hecho, esta imagen también puede verse en el santuario, ya que existe una larga galería llena de figuras de la Madre de Dios venidas de todo el mundo.
Allí, en el santuario, asistimos a la Santa Misa. Muchos aprovechan la ocasión para poner el escapulario del Carmen a sus hijos. En la explanada del santuario se ven grupos grandes y pequeños de todas partes que vienen a rezar a la Virgen. Algunas personas atan cintas de colores en las paredes de la explanada, símbolo de petición a la Virgen por problemas difíciles de resolver. Otros bajan por un sendero arbolado hasta la antigua ermita, escondida en el verdor del paisaje, donde originalmente se encontraba la estatua de Nuestra Señora de los Ángeles. Otros se reúnen en torno al camino donde, con bonitos mosaicos, están representadas las alegrías y penas de san José. Tal y como deseaba san Josemaría, rezan sobre todo por la paz y la conversión de las almas. Desde allí, hay un movimiento constante a la entrada de la capilla de los confesonarios, donde hay sacerdotes confesando en diferentes lenguas.
Un lugar para construir amistades
A una cierta distancia, en la ladera de la montaña, hay un conjunto de viviendas llamado El Tozal. Allí nos alojamos los participantes de la Escuela de Verano. Este lugar, si bien es sobrio y sencillo, posee todo lo necesario para que las familias puedan descansar. Los propietarios comparten diferentes lugares de recreo, como campos deportivos, y una pequeña piscina al aire libre. En un espacio al que podría llamársele plaza, se organizan fiestas, bailes o proyecciones de películas. Todos colaboran creando un ambiente de alegría, cada uno desarrollando el propio talento y compartiéndolo con los demás.
Los participantes de la Escuela de Verano dedican dos horas por la mañana a formarse a través de conferencias y debates en los que participan todos. Mientras los padres asisten a estos medios de formación, los hijos mayores, coordinados por una de las madres, cuidan a los más pequeños jugando con ellos al aire libre. El resto del día se dedica al descanso familiar y se organizan excursiones y otros planes de ocio.
Instituto de la Familia
El Instituto de la Familia imparte cursos en 66 países de todo el mundo. Los matrimonios que participan se forman a través del estudio de casos y aprenden a resolver los problemas educativos y familiares cotidianos. Además, gracias en parte al modo en que se organizan los cursos, las parejas tienen la oportunidad de conocer gente nueva y establecer nuevas relaciones de amistad que enriquecen a todos. Entre los participantes de la Escuela de Verano también hay personas de países donde el Instituto acaba de empezar. En alguno de estos países, la institución familiar ha sufrido mucho en las últimas décadas por diferentes razones y resultaba ejemplar el valor que daban a la formación las personas que venían de estos países.
Una familia que mejora es un mundo que mejora
Como dijo Rafael Pich: "Los niños lloran igual en todos los idiomas”. Compartir las dificultades y las alegrías es una manera de hacer ver cómo los problemas familiares que uno sufre son, en general, comunes a las familias de todo el mundo. Sin embargo, el Instituto se propone el reto de no quedarse en esta idea y de, después de un cuidadoso estudio de la situación concreta y una conversación con los matrimonios, buscar soluciones y ponerlas en práctica.
La experiencia de estos días en el lugar que vio nacer a san Josemaría estuvo llena de amenas e interesantes conversaciones sobre temas diversos, sobre todo aquellos que afectan a las familias: educación, economía familiar, enfermedades, etc. Son conversaciones que entretienen y, sobre todo, confortan, porque uno se siente rápidamente comprendido. Lo que parece unir a todos es la creencia en el profundo valor de la vida familiar y en el hecho de que vale la pena el esfuerzo por preservarlo. La alegría de una familia unida es un don valiosísimo, no solo para la familia, sino para el conjunto de la sociedad. Una familia que mejora es un mundo que mejora.
opusdei.es
Juan Ramón Domínguez Palacios
http://lacrestadelaola2028.blogspot.com
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