Escribe Enrique García-Máiquez: Roger Scruton, como amó mucho y muchas cosas, se implicó en debates filosóficos, culturales y sociales.
Ha muerto sir Roger Scruton (1943-2019), uno de los grandes paladines del pensamiento conservador en Inglaterra y en todo el mundo. Tuve la suerte de conocerlo, pero más suerte es leerlo y entenderlo, y ésa está al alcance de todos.
Para Scruton, el conservadurismo es el sentimiento natural de todo ser humano, porque se basa en el amor. Cuando uno quiere a alguien o a algo, desea que dure y que se mantenga.
Él citaba a menudo la primera ley de Robert Conquest, según la cual todo el mundo es de derechas en aquellos asuntos que conoce de primera mano, como puede comprobarse con la gestión de sus patrimonios privados por las gentes más progresistas o con la clásica felicidad familiar que les desean a sus propios hijos. Sin embargo, a pesar de tanta cita a Conquest, Scruton iba más lejos, porque no hablaba de interés, sino de amor.
Su obra es amplísima porque amaba muchas cosas (Inglaterra, la música clásica, la arquitectura, el vino, las costumbres, la filosofía de Hegel, la belleza, la caza del zorro, etc.) y porque todas esas cosas estaban siendo atacadas por ideologías de muy diverso nombre, pero cuyo común denominador era o es el nihilismo o la falta de amor o el resentimiento.
Los zurriagazos dialécticos que pegó al neomarxismo y demás doctrinas postmodernas tardarán mucho tiempo en dejar de oírse en el mundillo intelectual, por más que él esté ya descansando (de ellos).
Hablaba siempre y una vez me habló del catolicismo con mucho cariño, cuando me celebró que no hubiese ido a oírle tocar el órgano a su capilla anglicana, como habían ido, curiosos, casi todos los alumnos del curso, por ir yo a mi santa misa.
Él era anglicano por pura anglofilia. Entenderá, con todo, que yo español de híspido hispanismo, imagine ahora su Juicio particular con parámetros del Siglo de Oro.
"A la tarde de la vida, le examinarán de amor", como advirtió nuestro san Juan de la Cruz. Resultará un examen muy fácil para Scruton, conservador amoris causa. ¿Qué no amó este hombre y cuándo dejó de defender aquello que amaba de quien no sólo no lo valoraba, sino que lo quería destruir por capricho o por probar cositas nuevas que cualquiera sabía?
En sus libros nos ha dejado un ejemplo de cómo y cuánto hay que amar las cosas, a las naciones y también a los maestros que nos han legado un mundo menos perdido y menos destruido de lo que nos hubiese quedado sin ellos. Muchas gracias, sir Roger.
Enrique García-Máiquez,
en diariodecadiz.es.
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“Su tesis fue la de la nobleza de espíritu, encarnada en la tradición inglesa. Su antítesis, la humildad de sus orígenes –de los que presumía−, remontándose hasta sus abuelos, hijos ilegítimos, con un ostentoso snobismo patas arriba”.
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