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viernes, 10 de enero de 2020

Estrenos de cine: 1917

La Gran Guerra. En territorio francés, ocupado por los alemanes. El general británico Eninore encomienda a los soldados Schofield y Blake una importante misión.
 Deben atravesar el territorio enemigo, teóricamente despejado, para entregar a MacKenzie, comandante de otra división, una contraorden: la paralización del ataque que tenía previsto, pues en caso contrario, los mil seiscientos hombres que tiene a su cargo, incluido un hermano de Blake, caerán en una trampa y serán exterminados.
Al estilo de La soga o Birdman (o la inesperada virtud de la ignorancia), el film está rodado en teoría en un único plano-secuencia. 

Todo indica que se ha hecho un poco de trampa, un par de momentos bien permiten haber cortado (sobre todo el desvanecimiento de uno de los soldados), pero el espectador tiene la sensación de que está viendo una cinta rodada del tirón. De hecho está acreditado como editor nada menos que Lee Smith, habitual asistente de Christopher Nolan en títulos como Dunkerque, otro de los más sobresalientes filmes del género de los últimos años, que esta vez se ha ganado a pulso el título de montador más sigiloso de la historia audiovisual. 
Habrá ayudado mucho a representar la función casi sin interrupciones la enorme experiencia teatral de Mendes, que triunfó como director de escena antes de pasar al cine con American Beauty, pero aún así impresiona mucho su cinta, porque no transcurre precisamente en un espacio limitado, sus personajes principales recorren toda la trinchera británica, para pasar después a campo abierto, a una aldea de la campiña, etc.
Como resultado, el espectador no tiene la sensación de contemplar el relato desde fuera, sino de estar en medio de los acontecimientos, parece que los personajes pueden caminar hacia cualquier punto, y que se saldrán de un decorado, ni dejarán atrás a los extras. 
Resulta increíble la sincronización de intérpretes para estar siempre en el lugar justo, pero también la de aviones e incluso de ratas, y nada parece calculado, sino casual. También se supera a sí mismo otro ilustre técnico, Roger Deakins, director de fotografía habitual de los hermanos Coen, con el que casi siempre rueda también Mendes, que no sólo logra transmitir claustrofobia cuando la ocasión lo demanda, pues otras veces muestra escenas de masas, por ejemplo una carga de los soldados. 
En un momento de la historia del cine donde los efectos visuales por ordenador han avanzado tanto que pocas veces se consigue sorprender al espectador, Mendes deja boquiabierto a cualquiera, con más de un fragmento de pericia técnica asombrosa, como la del personaje enterrado entre rocas, el agua, el avión que se estrella, etc., donde no se adivina dónde acaban los gráficos, y empiezan a actuar actores de verdad. Otras veces uno se pregunta cómo habrá conseguido Deakins mover su cámara, para conseguir tomas inauditas.
decine21.com

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