Estos son algunos consejos extraídos del libro Indistractable, de Nir Eyal.
Cuando nos tienta la distracción, no debemos atacarla de frente: eso puede hacer que fijemos la atención en ella y empecemos a obsesionarnos aún más con lo que nos apetece hacer.
Más bien, hay que identificar qué emoción desató el deseo y observarla –según la recomendación del monje budista– como quien mira a sus ovejas (o sus cabras): con curiosidad y a distancia, sin enfado. Después hemos de anotar esa emoción (enfado, celos, aburrimiento, soledad, etc.) y la distracción que nos tienta. Así, uno puede acabar sabiendo que cuando me siento solo, tiendo a ir a la nevera a buscar comida.
Los valores deben organizar mi tiempo. La planificación del día tiene que ir precedida de una reflexión sobre qué es más o menos importante para cumplir mis valores, o acabaré en el desequilibrio. Por ejemplo, no tiene sentido pensar que aprovechar el tiempo significa trabajar sin límite o volcar toda la atención en los hijos. A algunas personas les ocurre, por el contrario, que otro (el jefe, la familia, un cliente, el primero que aparece o el móvil) decide en qué emplean sus días.
Para organizar el día, Eyal no recomienda las listas de tareas o los horarios cerrados, sino el timeboxing: cajas de tiempo dedicado a actividades amplias (trabajo, descanso, familia, deporte, etc.) que reflejan mis valores. ¿Cuánto tiempo a la semana sería congruente con mis valores dedicar al trabajo? Y así con el resto de los ámbitos. Es una forma más franca de contemplar el tiempo, aunque probablemente no sirva para todos los temperamentos.
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