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miércoles, 29 de junio de 2022

“No acompañamos a la gente a morir: la acompañamos a vivir”

Si estar en calidad de “paciente” en un sitio revela que este se trata de un hospital, ser “huésped” denota quizás más cercanía, más afecto y calor… Bien puede ser un hogar.

El Hospice Buen Samaritano, en Buenos Aires, Argentina, pretende ser exactamente eso: un hogar para los que, sin mayor fortuna económica y con una grave condición de salud que anuncia la proximidad del fin, acuden para recibir cuidados paliativos. Ha habido quienes, antes de llegar, agobiados por los dolores, han querido que la muerte se apresure, pero el deseo se va más pronto que tarde.

“Los pedidos de eutanasia que he recibido en 20 años en paliativos se pueden contar con los dedos de las manos. Más que pedidos concretos han sido expresiones al aire, que rápidamente se desactivan cuando uno cuida y alivia a las personas”, asegura a Aceprensa el Dr. Matías Najun, presidente del Hospice y jefe del Servicio de Cuidados Integrales (Paliativos) del Hospital Universitario Austral, durante su asistencia en Madrid a un simposio sobre la materia, organizado por la Fundación Ramón Areces, la OMS y el Observatorio Global de Cuidados Paliativos ATLANTES.

La labor del Buen Samaritano es apenas una gota en el mar, en un país que, paradójicamente, ve cómo ciertos sectores empujan para legalizar la eutanasia antes de contar con un adecuado sistema de cuidados paliativos. A día de hoy, apenas el 14% de los enfermos terminales recibe esta atención. El Hospice – que desde su apertura en 2009 ha alojado a más de 450 huéspedes– es, en efecto, una gota, pero una gota necesaria. Y la idea es difundir el ejemplo. Que llueva.

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aceprensa.com

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