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domingo, 26 de febrero de 2023

El día del Señor: domingo 1º de Cuaresma (A)

 

Jesús nos enseña a vencer las tentaciones apoyándonos en su fortaleza. Acompaño mis reflexiones.

Cristo fue tentado en el desierto. Todo hombre prueba alguna vez la aridez y monotonía del desierto; en su hogar, cuyas tareas pueden cansarle; en el trabajo que puede aburrirle...; la vida misma, que es un regalo y una tarea ilusionante, puede antojársele insípida. Y lo mismo ocurre con la vida cristiana. Es, en alguna medida, la noche oscura de los santos.

 la Iglesia nos propone meditar las tentaciones que padeció Jesús. Quizás la primera vez que escuchamos este relato nos sorprendió que el mismo Dios hecho hombre fuera probado de esa forma. Jesús lo acepta, entre otras razones, para que también cuando nosotros sentimos la tentación podamos estar seguros de su compañía y comprensión. Así le ocurrió, por ejemplo, a santa Catalina de Siena. Después de una noche en que había sufrido mucho, preguntó: «Señor mío, ¿en dónde estabas cuando mi corazón se veía atribulado con tantas tentaciones?». Y escuchó: «Estaba en tu corazón mismo»Santa Catalina de Siena.

Jesús lucha dentro de nosotros, con nosotros y por nosotros. ¡Qué paz nos da saber que podemos vivir nuestras dificultades junto a él! «Devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso», exclama el salmista. «Cristo era tentado por el diablo y en Cristo eras tentado tú –escribe san Agustín–, porque Cristo tomó tu carne y te dio su salvación, tomó tu mortalidad y te dio su vida, tomó de ti las injurias y te dio los honores, y toma ahora tu tentación para darte la victoria».

A veces, al pensar en nuestra debilidad, nos podemos llenar de tristeza. Sin embargo, Cristo, que era perfecto Dios y perfecto hombre, también quiso padecer tentaciones; quiso atravesar ese umbral para acompañarnos. «El Señor es nuestro modelo; y que por eso, siendo Dios, permitió que le tentaran, para que nos llenásemos de ánimo, para que estemos seguros –con Él– de la victoria. Si sientes la trepidación de tu alma, en esos momentos, habla con tu Dios y dile: ten misericordia de mí, Señor, porque tiemblan todos mis huesos, y mi alma está toda turbada (Sal 6,3 y 4). Será Él quien te dirá: no tengas miedo, porque yo te he redimido y te he llamado por tu nombre: tú eres mío (Is 43,1)»San Josemaría.

El Diablo aprovecha el hambre de Jesús para sugerirle que convierta las piedras en pan. Pero Él respondió que "no sólo de pan vive el hombre". Fue una respuesta magnífica. No sólo de lo que nos ofrece este mundo vive el hombre. Hay algo más que lo que hace temporalmente risueña y dichosa la vida. También a nosotros, en horas de cansancio o de tedio, nos incita el Diablo a convertir la piedra de la monotonía de los días iguales en pan que calme el hambre de una dicha que parece ausente. Es la tentación, el ofrecimiento para que cambiemos el rigor de una vida cristiana honrada, por otra más "libre", más "humana".

En esas embestidas de la comodidad, el egoísmo, la sensualidad..., no debemos dialogar con el señuelo de ofrecer un alivio a nuestro quebranto interior; no debemos dialogar, porque el Diablo nos supera en inteligencia y astucia. "Nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra... los dominadores de las tinieblas" (Ef 6,2).

Podemos hacer frente a la tentación porque "fiel es Dios que no permitirá que seáis tentados más allá de vuestras fuerzas" (1 Cor 10,12), y "donde el diablo asedia, allí está presente Cristo" (S. Ambrosio, Sermo 20). Podemos, como Jesús, responder en esas horas de especial acoso, que no sólo de pan se vive y que hay que adorar a Dios y sólo a Él servirle.

¡Qué gran cosa sería que Dios pudiera decirnos cuando nos presentemos ante Él al final del trayecto: "Me acuerdo de tu fidelidad, de tu amor hacia mí, de tu seguirme a través del desierto, tierra donde no se siembra" (Jer 2,2). "Al que venciere, le concederé sentarse conmigo en mi trono" (Apoc 3,21). Como aquellos ángeles que sirvieron a Jesús, seremos premiados un día. Ésta será nuestra recompensa a una fidelidad sostenida con la ayuda de los Sacramentos y del consuelo y apoyo, si no lo rehuimos, de todos en la Iglesia.


En aquel tiempo, Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo. Y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al final sintió hambre. Y el tentador se le acercó y le dijo: -Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes. Pero él le contestó diciendo: -Está escrito: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.

Entonces el diablo lo lleva a la Ciudad Santa, lo pone en el alero del templo y le dice: -Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: Encargará a los ángeles que cuiden de ti y te sostendrán en sus manos para que tu pie no tropiece con las piedras. Jesús le dijo: -También está escrito: No tentarás, al Señor, tu Dios.
Después el diablo lo lleva a una montaña altísima y mostrándole todos los reinos del mundo y su esplendor le dijo: -Todo esto te daré si te postras y me adoras. Entonces le dijo Jesús: -Vete, Satanás, porque está escrito: Al Señor, tu Dios, adorarás y a él sólo darás culto. Entonces lo dejó el diablo, y se acercaron los ángeles y lo servían” (Mateo 4,1-11).

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