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sábado, 11 de febrero de 2023

El día del Señor: domingo 6º del T.O. (A)

Ser cristiano es seguir a Jesús cumpliendo los mandamientos, que se resumen en amar a Dios y al prójimo en nuestra vida ordinaria. Acompaño mis reflexiones.

Jesús no viene a destruir la ley mosaica sino a que se cumpla de corazón y no se quede en la letra, en pura formalidad. 

Ya el salmista afirma que serán dichosos los que guardan los preceptos del Señor «y le buscan de todo corazón» (Sal 118,2). También el libro del Sirácide señala que Dios «conoce cualquier acción humana» (Sir 20): no se queda solamente en la superficie del acto, sino que le importa también la intención con que fue realizado. 

Jesús no quiere que nos mueva el simple afán de cumplir, pues esta actitud no nos une a los demás sino que lleva al formalismo: a realizar lo establecido externamente, pero sin llegar a percibir el bien que causa en la propia vida. El Señor nos invita, por tanto, a movernos por un amor como el suyo, que supo estar muchas veces por encima de la misma Ley.

«La novedad de Jesús consiste, esencialmente, en el hecho que él mismo llena los mandamientos con el amor de Dios, con la fuerza del Espíritu Santo que habita en él. Y nosotros, a través de la fe en Cristo, podemos abrirnos a la acción del Espíritu Santo, que nos hace capaces de vivir el amor divino. Por eso todo precepto se convierte en verdadero como exigencia de amor, y todos se reúnen en un único mandamiento: ama a Dios con todo el corazón y ama al prójimo como a ti mismo»(Benedicto XVI)

"Si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo que tu hermano tiene quejas contra ti..." La intención de estas palabras no suscriben el manido reproche: ¡menos comulgar y más preocupación por los demás! 

De hecho, si no pudiéramos asistir a la Sta. Misa mientras alguien tiene algo contra nosotros, no iríamos nunca. Siempre habrá personas a quienes o hemos hecho ningún daño pero no nos pueden ver, bien por nuestras creencias religiosas, nuestras ideas políticas, artísticas..., o cualquier otro motivo. Y siempre habrá también personas a quienes hemos inferido algún daño, les hemos pedido perdón y reparado el daño, pero ellas no quieren perdonar; esto es, tienen todavía algo contra nosotros.

Es un llamamiento apremiante a vivir con plenitud la fe cristiana el que atraviesa todas estas enseñanzas del Sermón de la Montaña. Importante es la Sta. Misa, viene a decir Jesús, pero si cuando vas a Ella recuerdas..., la mejor ofrenda que me puedes hacer es llevarte bien con los demás. ¡La mejor ofrenda: el amor hecho de cientos de detalles de servicio, de pasar por alto a quienes te tratan a diario impertinencias y desdenes. Amor que brilla con una luz cegadora, justamente, en la Sta. Misa, donde Cristo ha entregado su vida -Cuerpo y Sangre- por todos nosotros.

De ahí que la S. Escritura nos advierta: "Si alguien dice: ‘Amo a Dios’, y aborrece a su hermano, es un embustero; pues quien no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve" (1Jn 4,20).

Preguntémonos al hilo de estas enseñanzas: ¿quiero con obras y de verdad a quienes me rodean en el hogar, en el lugar de trabajo, de relación social, de diversión o descanso? ¿Sé pasar por alto su modo de ser, tan opuesto al mío, evitando que esas diferencias -inevitables y queridas por Dios- hagan conflictiva la convivencia? ¿Les ayudo con mi tiempo, mi dinero, mis consejos, en la medida de mis posibilidades? ¿Me esfuerzo por disculparles, atemperando mis juicios con comprensión y tolerancia cristianas, como hago tantas veces conmigo mismo?

Quien se esfuerza por vivir así, contribuye a que el cristianismo deje de ser para muchos "una teoría", que siempre se puede discutir, una máscara que cae cuando termina la farsa, para convertirse en un espejo en el que se contempla la atractiva y vinculante persona de Jesucristo.

“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Pero quien los cumpla y enseñe, será grande en el Reino de los Cielos. Os lo aseguro: si no sois mejores que los letrados y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos.

Habéis oído que se dijo a los antiguos: no matarás, y el que mate será procesado. Pero yo os digo: todo el que esté peleado con su hermano será procesado.
Habéis oído el mandamiento «no cometerás adulterio». Pues yo os digo: el que mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su interior.
Sabéis que se mandó a los antiguos: «No jurarás en falso» y «Cumplirás tus votos al Señor». Pues yo os digo que no juréis en absoluto. A vosotros os basta decir sí o no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno” (Mateo 5,17-37).

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