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jueves, 22 de septiembre de 2011

Benedicto XVI en el Parlamento Alemán: “servir al derecho y combatir el dominio de la injusticia es y sigue siendo el deber fundamental del político”

    Alrededor de las cuatro de la tarde el Papa partió de la Nunciatura Apostólica de Berlín hacia el Reichsta para la Visita que estaba prevista al Parlamento Federal. A su llegada, Benedicto XVI fue recibido por el Presidente del Parlamento, Sir. Norbert Lammert, quien lo acompañó a la sala donde se encontraban las principales autoridades federales, así como a los presidentes de los grupos parlamentarios y miembros de la oficina de la presidencia del Bundestag. Allí, en el Aula del Parlamento Federal pronunció uno de los discursos más significativos de su viaje a Alemania.

   En su alocución ante el Bundestag, el Papa ofreció algunas reflexiones sobre los fundamentos del derecho y reconoció que para él supone un “honor y una alegría” hablar ante el Parlamento de su país natal, al que está vinculado de por vida, por sus orígenes y sobre el que sigue con especial atención los acontecimientos que suceden allí. Pero, también, subrayó que  al visitar Alemania como Sucesor de Pedro, “ustedes reconocen el papel que le corresponde a la Santa Sede como miembro dentro de la Comunidad de los Pueblos y de los Estados”.

Benedicto XVI hizo así algunas consideraciones sobre los fundamentos del estado liberal de derecho y dijo que “la política debe ser un compromiso por la justicia y crear así las condiciones básicas para la paz. Naturalmente, un político buscará el éxito, que de por sí le abre la posibilidad a la actividad política efectiva. Pero el éxito está subordinado al criterio de la justicia, a la voluntad de aplicar el derecho y a la comprensión del derecho. El éxito puede ser también una seducción y, de esta forma, abre la puerta a la desvirtuación del derecho, a la destrucción de la justicia”.

Tras afirmar que “servir al derecho y combatir el dominio de la injusticia es y sigue siendo el deber fundamental del político, el Papa dijo: “En un momento histórico, en el cual el hombre ha adquirido un poder hasta ahora inimaginable, este deber se convierte en algo particularmente urgente. El hombre tiene la capacidad de destruir el mundo. Se puede manipular a sí mismo. Puede, por decirlo así, hacer seres humanos y privar de su humanidad a otros seres humanos que sean hombres. ¿Cómo podemos reconocer lo que es justo? ¿Cómo podemos distinguir entre el bien y el mal, entre el derecho verdadero y el derecho sólo aparente?”

Declaró, además, que en las cuestiones fundamentales del derecho, en las que está en juego la dignidad del hombre y de la humanidad, “el principio de la mayoría no basta: en el proceso de formación del derecho, una persona responsable debe buscar los criterios de su orientación”. “A la pregunta de cómo se puede reconocer lo que es verdaderamente justo, y servir así a la justicia en la legislación, nunca ha sido fácil encontrar la respuesta y hoy, con la abundancia de nuestros conocimientos y de nuestras capacidades, dicha cuestión se ha hecho todavía más difícil”, añadió.
Para el Santo Padre, “contrariamente a otras grandes religiones, el cristianismo nunca ha impuesto al Estado y a la sociedad un derecho revelado, un ordenamiento jurídico derivado de una revelación. En cambio, se ha referido a la naturaleza y a la razón como verdaderas fuentes del derecho, se ha referido a la armonía entre razón objetiva y subjetiva, una armonía que, sin embargo, presupone que ambas esferas estén fundadas en la Razón creadora de Dios”.

Prosiguió su alusión a los contextos históricos recientes y cómo el concepto de derecho ha ido cambiando. “La idea del derecho natural se considera hoy una doctrina católica más bien singular, sobre la que no vale la pena discutir fuera del ámbito católico, de modo que casi nos avergüenza hasta la sola mención del término”.  “Es fundamental, sobre todo, la tesis según la cual entre ser y deber ser existe un abismo infranqueable. Del ser no se podría derivar un deber, porque se trataría de dos ámbitos absolutamente distintos. La base de dicha opinión es la concepción positivista, adoptada hoy casi generalmente, de naturaleza y razón”.

El Papa reafirmó que  “el concepto positivista de naturaleza y razón, la visión positivista del mundo es en su conjunto una parte grandiosa del conocimiento humano y de la capacidad humana, a la cual de modo alguno debemos renunciar en ningún caso”. “Pero ella misma, en su conjunto, no es una cultura que corresponda y sea suficiente al ser hombres en toda su amplitud. Donde la razón positivista se retiene como la única cultura suficiente, relegando todas las otras realidades culturales a la condición de subculturas, ésta reduce al hombre, más todavía, amenaza su humanidad”, agregó.

“Con esto, Europa se sitúa, ante otras culturas del mundo, en una condición de falta de cultura y se suscitan, al mismo tiempo, corrientes extremistas y radicales. La razón positivista, que se presenta de modo exclusivista y que no es capaz de percibir nada más que aquello que es funcional, se parece a los edificios de cemento armado sin ventanas, en los que logramos el clima y la luz por nosotros mismos, y sin querer recibir ya ambas cosas del gran mundo de Dios. Y, sin embargo, no podemos negar que en este mundo autoconstruido recurrimos en secreto igualmente a los “recursos” de Dios, que transformamos en productos nuestros. Es necesario volver a abrir las ventanas, hemos de ver nuevamente la inmensidad del mundo, el cielo y la tierra, y aprender a usar todo esto de modo justo”.
Habló, además, de la importancia de la ecología, “fenómeno indiscutible hoy”. “A este punto, debería venir en nuestra ayuda el patrimonio cultural de Europa. Sobre la base de la convicción sobre la existencia de un Dios creador, se ha desarrollado el concepto de los derechos humanos, la idea de la igualdad de todos los hombres ante la ley, la consciencia de la inviolabilidad de la dignidad humana de cada persona y el reconocimiento de la responsabilidad de los hombres por su conducta”.

Benedicto XVI afirmó que estos conocimientos de la razón “constituyen nuestra memoria cultural”. E ignorarla o considerarla como mero pasado “sería una amputación de nuestra cultura en su conjunto y la privaría de su totalidad”:  “La cultura de Europa nació del encuentro entre Jerusalén, Atenas y Roma – del encuentro entre la fe en el Dios de Israel, la razón filosófica de los griegos y el pensamiento jurídico de Roma. Este triple encuentro configura la íntima identidad de Europa. Con la certeza de la responsabilidad del hombre ante Dios y reconociendo la dignidad inviolable del hombre, de cada hombre, este encuentro ha fijado los criterios del derecho; defenderlos es nuestro deber en este momento histórico”, concluyó.

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1 comentario:

  1. Que bien lo ha hecho nuestro Papa. Un aplauso.
    Con valentia y dejando hablar al Espiritu de Dios.
    un abrazo.

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