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miércoles, 18 de febrero de 2015

Miércoles de Ceniza

   
   El rito de la imposición de la ceniza y las palabras que lo acompañan tomadas de la Sagrada Escritura: Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás, son un recordatorio de que nuestra existencia terrena es inevitablemente corta, un sueño del que despertaremos para disfrutar eternamente del encuentro con nuestro Padre-Dios o para sufrir por su pérdida definitiva. 

   Es, pues, una advertencia maternal de la Iglesia para que no pongamos todas nuestras esperanzas en los asuntos temporales, convirtiéndolos en metas absolutas, sino que, iluminados por la esperanza en Jesucristo, trasciendan la provisionalidad de las cosas de este mundo. Porque, como dice San Josemaría Escrivá: “Quizá no exista nada más trágico en la vida de los hombres que los engaños padecidos por la corrupción o por la falsificación de la esperanza, presentada con una perspectiva que no tiene como objeto el Amor que sacia sin saciar.” 


    Sin embargo, la esperanza no es sinónimo de pasividad, una suerte de asidero para vivir sin el empeño de trabajar por la extensión del Reino de Dios, que está ya en este mundo –intra vos est-, dentro de nosotros, poniendo en juego los talentos que Dios nos ha concedido a cada uno. Ese interés por mejorar personalmente y extender también esa mejora a la sociedad, estará atravesado por una serena alegría, ya que la vida eterna dependerá del esfuerzo por rectificar –con la ayuda de Dios- lo que de torcido haya en nuestra conducta; por alcanzar metas nobles, y sobre todo, por identificarnos con el querer de Dios. 

   En pocas palabras, practicando ese espíritu de penitencia que la Iglesia nos propone en este inicio de la Cuaresma. Espíritu de penitencia, sobre todo, en la vida corriente, sin descartar otros modos más propios de quienes han consagrado su vida a Dios en un monasterio, un convento, etc. Como enseña San Josemaría Escrivá: “La penitencia está en saber compaginar tus obligaciones con Dios, con los demás y contigo mismo..., es tratar siempre con la máxima caridad a los otros, empezando por los tuyos. Es atender con la mayor delicadeza a los que sufran, a los enfermos, a los que padecen. Es contestar con paciencia a los cargantes e inoportunos... 

   La penitencia consiste en soportar con buen humor las mil pequeñas contrariedades de la jornada; en no abandonar la ocupación, aunque de momento se te haya pasado la ilusión con que la comenzaste; en comer con agradecimiento lo que te sirven, sin importunar con caprichos. Penitencia para los padres y, en general para los que tienen una misión de gobierno o educativa, es corregir cuando hay que hacerlo, de acuerdo con la naturaleza del error y con las condiciones del que necesita esa ayuda, por encima de subjetivismos necios y sentimentales.” Naturalmente, no se trata de olvidar las grandes penitencias, sino de saber que todas se hacen grandes por el amor con que se ejercen, y que cuando se practican las del día a día en la familia, en los lugares de trabajo, en cualquier circunstancia, eso supone una penitencia constante que lleva a vivir la caridad con todos.

Justo Luis

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