En este tiempo de pandemia acudamos a Jesús, el Buen Pastor, para que nos guíe y acompañe en estos difíciles momentos.
La imagen del pastor, tan familiar al pueblo de Dios -unos pastores fueron los primeros a quienes se les comunicó la noticia de la llegada de Jesús a la tierra-, es utilizada por el Maestro para recordar a los suyos, que el que ha vencido a la muerte, es el verdadero guía de la Iglesia.
Esta sugestiva imagen, fue empleada profusamente en la Iglesia de los primeros siglos, tanto en la predicación de los Padres, como en la iconografía.
Jesucristo es el Buen Pastor que conoce a los suyos y que da la vida por ellos; “quien Dios ha constituido Señor y Mesías” (1ª lect), y el que orienta a los “descarriados” y es “guardián de nuestras vidas” (2ª lect).
“Cristo ha dado a su Iglesia la seguridad de la doctrina, la corriente de gracia de los sacramentos; y ha dispuesto que haya personas para orientar, para conducir, para traer a la memoria constantemente el camino” (S. Josemaría Escrivá). Estos son nuestros pastores. La voz que hemos de oír y rechazar la del extraño que “no viene sino a robar, matar y destruir”.
Hemos de ponernos en guardia contra esa pseudo curiosidad intelectual que lleva a preferir la voz de los extraños a la Iglesia, pensando que así tendremos una visión más crítica, menos pueril. Ya en la época apostólica, S. Ignacio de Antioquía, escribía: “Os exhorto, pero no yo, la caridad de Jesucristo, a que uséis sólo del alimento cristiano y os abstengáis de toda hierba ajena, que es la herejía. Los herejes entretejen a Jesucristo con sus propias especulaciones, presentándose como dignos de todo crédito, cuando son en realidad como quienes brindan un veneno mortífero diluido en vino y miel. El incauto que gustosamente lo toma, bebe en funesto placer su propia muerte”.
El bombardeo audiovisual que soportamos nos lleva, en ocasiones, a que sean los ojos y no la razón los que nos certifiquen una verdad. La prueba gráfica se presenta siempre como irrefutable, cuando es el material más manipulable y del que más debemos desconfiar. Muchas veces, para encontrar el camino de la verdad en la jungla informativa en que nos movemos, es preciso cerrar los ojos para que las interesadas o falsas imágenes, las fotos o video composiciones no nos engañen, y abrirlos a la Palabra desinteresada y liberadora de Jesucristo que nos llega en la enseñanza del Papa y los Obispos en comunión con él y en quienes actúa Cristo Pastor de su Pueblo.
Jesucristo no quiso sólo mostrarnos el camino que conduce a los parajes más ricos y amenos, sino que sale continuamente en busca de la oveja perdida dándose a Sí mismo en la Eucaristía y en el Sacramento de la Reconciliación. Conocedores de nuestra facilidad para equivocar el rumbo y de nuestras rebeldías, debemos tener la humildad y el talento de acudir al Sacramento de la Confesión para volver al buen camino, donde Cristo Buen Pastor y Médico nos ayudará a volver al camino seguros, limpios y renovados.
Al meditar en este Sacramento de la Misericordia de Dios, digamos de corazón y con agradecimiento lo que, en el Salmo Responsorial, hoy afirma la Iglesia: “El Señor es mi Pastor/ nada me falta...Tu bondad y tu misericordia me acompañan/ todos los días de mi vida/ y habitaré en la casa del Señor por años sin término”.
Texto del Evangelio (Jn 10,1-10): En aquel tiempo, dijo Jesús: «En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que escala por otro lado, ése es un ladrón y un salteador; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el portero, y las ovejas escuchan su voz; y a sus ovejas las llama una por una y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, va delante de ellas, y las ovejas le siguen, porque conocen su voz. Pero no seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños».
Jesús les dijo esta parábola, pero ellos no comprendieron lo que les hablaba. Entonces Jesús les dijo de nuevo: «En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido delante de mí son ladrones y salteadores; pero las ovejas no les escucharon. Yo soy la puerta; si uno entra por mí, estará a salvo; entrará y saldrá y encontrará pasto. El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia».
Jesús les dijo esta parábola, pero ellos no comprendieron lo que les hablaba. Entonces Jesús les dijo de nuevo: «En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido delante de mí son ladrones y salteadores; pero las ovejas no les escucharon. Yo soy la puerta; si uno entra por mí, estará a salvo; entrará y saldrá y encontrará pasto. El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia».
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