Juan Pablo II fue el Papa con la misión de introducir a la Iglesia en el tercer milenio. Al cumplirse cien años de su nacimiento (18 de mayo) y considerar su legado, podemos prestar atención a dos aspectos principales de su enseñanza: la libertad y la familia, que para él no eran simples ideas, sino causas decisivas en las que se juega el destino de la humanidad.
“Estamos ante la contienda final entre la Iglesia y la anti-Iglesia, el Evangelio y el anti-Evangelio”, dijo hace casi medio siglo el cardenal Karol Wojtyła durante una visita a los Estados Unidos. En esos días, algunos habrían podido dar a sus palabras una interpretación política –gran parte del globo se encontraba bajo el dominio o la influencia de la atea Unión Soviética.
Hoy, la división del mundo en dos –el comunismo totalitario y las democracias libres– pertenece ya al trastero de la historia, pero el pensamiento de Wojtyła sigue siendo actual, quizá incluso más que entonces.
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