El amor al prójimo es signo distintivo del cristiano y Jesús nos lo recuerda. Acompaño mis reflexiones.
En toda convivencia entre marido y mujer, padres e hijos, hermanos, amigos..., hay un momento en que aparece la monotonía con su tejido de gestos repetidos, de palabras ya dichas y, sobre todo, la constatación de que los caracteres y puntos de vista no son coincidentes. Aparecen entonces los primeros conflictos, los malos modos, los silencios ostentosos, las críticas. Si Jesús pide que amemos al enemigo, ¿cómo deberemos conducirnos con los más allegados?Debemos sobreponernos a la tentación de devolver mal por mal cuando en la convivencia se produzcan roces y abusos aunque la razón esté de nuestra parte, porque es más importante tener amor que tener razón, que exista armonía a salirme con la mía. Naturalmente que Dios nos pida que perdonemos a quienes han abusado de nuestra buena fe, no una sino repetidas veces, no quiere decir que no hagamos valer nuestros derechos. Una cosa es amar al enemigo y otra meterlo en casa. Como dice el pueblo: tú en tu casa, yo en la mía y Dios en la de todos. Pero esto no obsta para que perdonemos a quienes, en un momento de debilidad han cedido a un brote de impaciencia, de ira o de codicia. Dios nos ha perdonado a nosotros muchas veces el atrevimiento que supone ofenderle burlar sus mandatos y lo seguirá haciendo cuando se lo pidamos.
Vivimos según una filosofía que piensa que la vida es lucha, que no nos coman el terreno, que quien la hace la paga, la ley del Talión: ojo por ojo... No adoremos el altar del desquite, las represalias, la crítica venenosa..., en ese altar no está Dios. Él está con los brazos abiertos en la Cruz abrazando a la humanidad pecadora. Por lo demás, consuela pensar que los animales no perdonan cuando son molestados. El perdón es un patrimonio exclusivo del corazón humano, una de sus cualidades más atractivas y hermosas.
"Si amáis sólo a los que os aman, ¿qué mérito tenéis?" Parece como si el Señor quisiera decirnos que para obrar así no hace falta ser cristiano. La caridad cristiana tiene de específico no el dar a otro lo que le corresponde, porque eso es la justicia, sino darle el amor que no le corresponde, porque Dios nos ha amado con un amor que no nos corresponde.
El perdón es, no sólo una necesidad para que la convivencia no se envenene, sino un requisito para ser perdonados por nuestro Padre del Cielo: "perdónanos nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden", pedimos en el Padrenuestro. ¿Y hay alguien que no necesite que la lluvia de la benevolencia divina descienda mansamente sobre su corazón para limpiarlo del polvo y de la basura de este mundo?
«Pero a vosotros, los que me escucháis, yo os digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odien, bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os difamen. Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite el manto, no le niegues la túnica. A todo el que te pida, da, y al que tome lo tuyo, no se lo reclames. Y tratad a los hombres como queréis que ellos os traten. Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Pues también los pecadores aman a los que les aman. Si hacéis bien a los que os lo hacen a vosotros, ¿qué mérito tenéis? ¡También los pecadores hacen otro tanto! Si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a los pecadores para recibir lo correspondiente. Más bien, amad a vuestros enemigos; haced el bien y prestad sin esperar nada a cambio; entonces vuestra recompensa será grande y seréis hijos del Altísimo, porque él es bueno con los desagradecidos y los perversos. «Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo. No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará; una medida buena, apretada, remecida, rebosante pondrán en el halda de vuestros vestidos. Porque con la medida con que midáis se os medirá.» (Lucas 6, 27-38)
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