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lunes, 8 de agosto de 2022

El día del Señor: domingo 19 del T.O. (C)

El Señor nos anima a la actitud de examen vigilante para llevar una vida digna. Acompaño mis reflexiones

Jesús nos exhorta a la vigilancia porque el amor nunca duerme (Cf Cant 5,2), y, no debemos olvidarlo, el enemigo está siempre al acecho (Cf 1 Pet 5, 8). Quien ama de verdad está siempre pendiente del ser querido, velando el sueño del hijo enfermo... El cristiano debe aguardar confiadamente al Señor que puede presentarse en cualquier momento. "Y como no conocemos ni el día ni la hora, es necesario, según la amonestación del Señor, que vigilemos constantemente para que, terminado el plazo de nuestra vida terrena (Heb 9,27), merezcamos entrar con Él a las bodas y ser contados entre los elegidos" (L. G., 48).

"A la vigilancia se opone la negligencia o falta de solicitud que procede de cierta desgana de la voluntad" (S. Tomás de Aquino). Estamos vigilantes cuando hemos adquirido el hábito de preguntarnos a lo largo de la jornada: ¿estoy haciendo lo que debo y estoy en lo que hago poniendo los cinco sentidos?

Espíritu de examen que nos lleve igualmente a dedicar unos minutos, antes de entregarnos al descanso, para hacer balance del día y analizar cómo nos hemos comportado con Dios, con los demás, y con qué intensidad y sentido de la justicia hemos realizado nuestro tarea cotidiana.

"Mira tu conducta con detenimiento, aconseja S. Josemaría Escrivá. Verás que estás lleno de errores, que te hacen daño a ti y quizá también a los que te rodean. Recuerda, hijo, que no son menos importantes los microbios que las fieras. Y tú cultivas esos errores, esas equivocaciones -como se cultivan los microbios en el laboratorio-... Y, después, esos focos infectan el ambiente".

¡Cuántas veces los pequeños y continuos descuidos han llevado a fracasos ruidosos! "Nadie atribuya su descarrío, nos dice Casiano, a un repentino derrumbamiento... El derrumbamiento -se lee en los Proverbios- viene precedido de un deterioro, y éste por un mal pensamiento (Prov 16,18). Sucede lo mismo que con una casa: se viene abajo un buen día sólo en virtud de un antiguo defecto en los cimientos, o por una desidia prolongada de sus moradores. Gotitas muy pequeñas penetran imperceptiblemente corroyendo los soportes del techo; y gracias a esa falta de atención repetida, se agrandan los boquetes y los desperfectos. Después la lluvia y la tempestad penetran a mares".


 «No tengáis miedo, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha decidido daros el reino. Vended lo que tengáis y dad limosna con ello. Haceos bolsas que no se gasten y riquezas inagotables en el cielo, donde no entra ningún ladrón, ni roe la polilla; porque donde esté vuestra riqueza, allí estará vuestro corazón". "Estad preparados y tened encendidas vuestras lámparas. Sed como los criados que esperan a su amo de retorno de las bodas para abrirle tan pronto como llegue y llame. ¡Dichosos los criados a quienes el amo encuentra en vela a su llegada! Os aseguro que los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirlos él mismo. Si llega a medianoche o de madrugada y los encuentra así, ¡dichosos ellos! Tened en cuenta que si el amo de casa supiera a qué hora iba a venir el ladrón, estaría en guardia y no dejaría que asaltaran su casa. Estad preparados también vosotros, porque a la hora que menos penséis vendrá el hijo del hombre". Entonces Pedro le dijo: "Señor, esta parábola, ¿la dices por nosotros o por todos?". El Señor contestó: "¿Quién es, entonces, el administrador fiel y prudente, para que dé a la servidumbre la comida a su hora? ¡Dichoso ese criado si, al llegar su amo, lo encuentra cumpliendo con su deber! Os aseguro que le pondrá al frente de todos sus bienes. Pero si ese criado, pensando que su amo va a tardar en venir, se pone a maltratar a los demás criados y criadas y a comer y a beber hasta emborracharse, su amo vendrá el día y la hora que él menos lo espere, lo castigará severamente y lo pondrá en la calle, donde se pone a los que no son fieles. El criado que sabe lo que su amo quiere y no lo hace será severamente castigado. Pero el que no lo sabe, si hace algo que merece castigo, será castigado con menos severidad. Al que mucho se le da, mucho se le reclamará; y al que mucho se le confía, más se le pedirá.» (Lucas 12,32-48).

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