Los adolescentes nacidos entre 1980 y 2000,
adiestrados en el empleo de las nuevas tecnologías y abiertos a todo el mundo,
gracias a Internet. Son chavales capaces
de alternar muchos dispositivos con los que chatean por Messenger al mismo tiempo que hablan por el móvil y se bajan al iPod sus series favoritas en MP4; o con todo aglutinado en un solo
aparato: el iPhone o cualquier otro
teléfono móvil de tercera generación.
Por otra parte, las redes sociales como Tuenti, Facebook, My Space y Twitter -con
su limitación de 140 caracteres- están repletas de perfiles de adolescentes que
narran su vida íntima.
Según Martin
Thorborg, dueño y fundador del servicio de filtros contra el correo
indeseado Spamfighter, “se calcula
que hasta un 40% de los nuevos perfiles de Facebook
son falsos”. En todas las redes sociales
pululan las mentiras.
Las redes tienen la ventaja de ofrecer chat, fotolog o
vídeos en una única plataforma,
respondiendo así a las ideas de “todo uno” y “do it yourself”: hazlo tú mismo.
Ante esta
realidad, los sociólogos y psicólogos han
detectado una serie de actitudes que llevan a un cambio de comportamiento que
tiene su origen en el incremento de los “reality shows” y de la Web 2.0.
Se trata de la necesidad de difundir al exterior el propio mundo interior para
autoafirmarse y reconocerse.
Internet y la eclosión
de las redes sociales “ha incrementado en gran medida las oportunidades de los
adolescentes, en su mayoría, de ajustar su propia personalidad a las demandas
del mercado de personalidades, con el resultado de que aumenta la confusión y
la inseguridad acerca de cuánto de nuestra intimidad hemos de revelar a los
extraños”.
“A muchos adolescentes no les preocupa ponerse en
evidencia ante extraños en Internet,
como muestra la proliferación de sitios web personales. Ahora es muy habitual
revelar en ellos hobbies, comidas, música favorita, fotos de los niños, lo que
genera una fatua ilusión de intimidad” (Fuente: Aceprensa)
Clemente Ferrer
Presidente
del Instituto Europeo de Marketing
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