La mayoría de los franceses no apoya que se recurra a un “vientre de alquiler” para tener un hijo. Pero en 2014, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH), con su decisión de exigir a París que permitiera la inscripción en el Registro Civil de unos niños nacidos por maternidad subrogada en EE.UU., obvió no solo el criterio de los ciudadanos, sino el hecho de que en Francia no es legal ese método de procreación.
El TEDH, que dice haber tenido en cuenta el “interés superior de los menores”, arguyó que no se les podía negar a los chicos el derecho a su vida privada ni a adoptar la nacionalidad de sus “padres”. El gobierno de François Hollande podía reclamar, presentar recurso, pero no lo hizo, sutil manera de permitir que los caprichos personales pisotearan a su antojo las leyes de la nación, la dignidad de los niños, y ni qué decir la de sus madres biológicas, unas mujeres utilizadas sencillamente para tenerlos en su seno durante nueves meses, y de las que ni se habla.
Las autoridades no articulan palabra, pero el movimiento La Manif pour Tous, que agrupa a una treintena de organizaciones pro-vida y pro-familia –lo mismo aconfesionales que cristianas o musulmanas, y con profesionales de diversos ámbitos de la vida social–, sí que dará la batalla. De hecho, el próximo 18 de junio se dará cita frente al Tribunal de Casación, que un día después debe pronunciarse sobre la inscripción en Francia de bebés obtenidos por este medio en otros países.
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