La sentencia responde a la demanda planteada por Keira Bell, una chica que no se identificaba con su género y que a los 16 años se sometió a un tratamiento para pasar a ser un chico. Se dirigió al Tavistock Centre, especializado en casos de disforia de género. Tras solo tres citas en consulta, recibió allí tratamientos hormonales para bloquear el desarrollo de los caracteres sexuales propios de su sexo; a los 17 recibió hormonas masculinas y a los 20 se sometió a una doble mastectomía.
Tras su satisfacción inicial, se dio cuenta de que el cambio había sido un grave error, que no había resuelto sus problemas. Bell terminó demandando a la clínica, por haberle permitido tan a la ligera dar un paso de graves consecuencias sin examinar las causas subyacentes en su trastorno. Actualmente, a los 23 años, está en un proceso de retorno a su sexo original.
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