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sábado, 1 de octubre de 2022

El día del Señor: domingo de la 26ª semana del T.O. (C)

árbol de mostaza
La fe en Dios es un tesoro que Jesús nos da para ver las realidades humanas con su claridad y para sentir su fuerza y compañía en todo momento. Acompaño mis reflexiones.

"Auméntanos la fe". También nosotros hacemos nuestra esta petición de los discípulos de Jesús porque hoy son muchas las cosas que invitan al pesimismo o, al menos, a un optimismo moderado. La desconfianza hacia todo programa político, social, económico, jurídico..., se va extendiendo en la conciencia de muchos y un sordo escepticismo, incluso cierta indiferencia, se apodera de mucha gente joven que ve con preocupación su futuro laboral y familiar.

Nos falta fe, y aunque la grandiosidad del Universo y el prodigio de la vida nos hablan constantemente de Dios -"lo invisible de Él es conocido desde la creación del mundo mediante las criaturas" (Rm 1,20)-, la consternación por la presencia abrumadora del mal y el silencio de Dios lleva a muchos a preguntarse si Dios existe y se ocupa de los hombres.

¿Cómo lograr tener más fe? Parece claro que, aunque la fe en Dios tiene una componente racional innegable, sólo se llega a creer si se quiere. Nemo credit nisi volens, "nadie cree sino queriendo, libremente". "La unanimidad de las opiniones sobre este punto es asombrosa, dice J. Pieper, y la coincidencia alcanza desde San Agustín y Santo Tomás hasta Kierkegaard, Newman y André Gide". Todos los argumentos a favor de la fe se estrellan contra una voluntad mal dispuesta. "Sólo se puede ver correctamente con el corazón; lo esencial permanece invisible para el ojo", dice A. Saint-Exupéry en El Principito. Se trata de que un frío análisis racional no convierta al hombre en una máquina ciega y sorda, inhumana. La formula más concisa de esta aseveración se debe a J. H. Newman: "creemos porque amamos".

Fides ex auditu, "la fe viene por el oído, dice S. Pablo, y lo que se oye por la palabra de Cristo" (Rm 10,17). En consecuencia, alimentamos y hacemos crecer la fe si escuchamos asiduamente la Palabra de Dios atendiendo en la Sta Misa, leyendo con frecuencia en Santo Evangelio y algún buen libro espiritual. De hecho, ¿cómo se llega a creer y confiar en alguien? Tratándole y llegando al convencimiento, mediante ese trato, que se carece de motivos para desconfiar. Tratar al Señor leyendo el Santo Evangelio "pues la justicia de Dios se revela en él por la fe y para la fe, según está escrito: el justo vivirá por la fe" (Rm 1,17).

Cuando ese conocimiento de Dios se va haciendo más rico, la confianza en Él se va también incrementando porque, ¿qué duda puede asaltar ante quien nos ha dado la vida, nos ha redimido con su sangre en el atroz tormento de la Cruz y perdona una y otra vez, y siempre, nuestras infidelidades? ¡Tratar a Jesucristo para conocerle a fondo, y llegaremos a la conclusión de S. Pablo: "yo sé bien de quién me he fiado"! (2 Tim 1,12). 


“En aquel tiempo, los Apóstoles dijeron al Señor: - Auméntanos la fe.

El Señor contestó: - Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: «Arráncate de raíz y plántate en el mar», y os obedecería. Suponed que un criado vuestro trabaja como labrador o como pastor, cuando vuelve del campo, ¿quién de vosotros le dice: «En seguida, ven y ponte a la mesa?» ¿No le diréis: «Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo; y después comerás y beberás tú?» ¿Tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: «Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer» (Lucas 17,5-10).

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