Es obvio que la Iglesia está siempre del lado de la libertad: la libertad de conciencia, la libertad de religión
Como
es tradicional, durante el vuelo, al comenzar su viaje, el Santo Padre
respondió a algunas preguntas que le formularon los representantes de la
prensa, en este vuelo rumbo a México en el que viajan 70 periodistas.
Os ofrezco las preguntas que se le presentaron a Benedicto XVI y sus respectivas respuestas:
México
y Cuba son tierras en los que los viajes de Juan Pablo II hicieron
historia ¿con qué ánimo y esperanzas sigue las huellas de su predecesor?
Queridos
amigos: ante todo, bienvenidos y gracias por acompañarme en este viaje
que esperamos sea bendecido por el Señor Y que realizo en continuidad
con Juan Pablo II, recuerdo muy bien su primer viaje a México,
verdaderamente histórico en una situación política confusa. Así como
recuerdo el también histórico viaje a Cuba. Mi deseo es proseguir su
camino y sus huellas.
Siendo
cardenal estuve en México y tengo óptimos recuerdos de los mexicanos,
así como cada miércoles veo la alegría de los mexicanos, percibo su
cariño escucho sus aplausos... Y para mí es una gran alegría realizar
este viaje que deseaba desde hace tanto tiempo. Como enseña el Concilio
Vaticano II, con la Constitución pastoral ‘Gaudium et Spes’, comparto
las alegrías y esperanzas de este gran país, también ante las
dificultades que vive. Voy para alentar y para aprender. Para confirmar
en la fe, en la esperanza y en la caridad. Y para confortar en el
compromiso en favor del bien y de la lucha contra el mal ¡Esperamos en
la ayuda de Dios!»
La
segunda pregunta a Benedicto XVI comenzó recordando que México es un
país con posibilidades maravillosas, pero que en estos años es también
tierra de violencias, por el problema del narcotráfico, se habla de 50
mil muertos en los últimos cinco años.
¿Cómo
afronta la Iglesia católica esta situación, usted tendrá palabras para
los responsables, para los traficantes que a veces se profesan católicos
o incluso benefactores de la Iglesia?
México
además de todas sus grandes bellezas tiene el grave problema del
narcotráfico y de la violencia. Ciertamente es una gran responsabilidad
de la Iglesia católica en un país con el 80 % de católicos. Tenemos que
hacer lo posible contra este mal, destructivo para la humanidad y para
nuestra juventud.
Ante
todo hay que anunciar a Dios. Dios que es juez y nos ama. Pero nos ama
para llamarnos al bien y a la verdad contra el mal. Por lo tanto, es una
gran responsabilidad de la Iglesia la de educar las conciencias y de
educar a la responsabilidad moral y desenmascarar el mal. Desenmascarar
esta idolatría del dinero que esclaviza a los hombres; desenmascarar
estas falsas promesas, la mentira, el engaño. Debemos ver que el hombre
tiene necesidad del infinito. Es importante la presencia de Dios que nos
guíe, que nos señale la verdad, y en este sentido la Iglesia
desenmascara el mal: hace presente la bondad de Dios, hace presente su
verdad, el verdadero infinito.
En la tercera pregunta se le dijo al Papa:
Usted
ha dicho que quiere dirigir su mensaje a toda América Latina en el
bicentenario de la independencia. América Latina, a pesar del
desarrollo, sigue siendo una región de conflictos sociales, y de fuertes
contrastes entre ricos y pobres. A veces parece que la Iglesia Católica
no está suficientemente alentada en comprometerse en este campo. Se
puede seguir hablando de "teología de la liberación" de una manera
positiva, después que ciertos excesos −sobre el marxismo y la violencia−
han sido corregidos?
Por
supuesto, la Iglesia siempre debe preguntarse si hace lo suficiente por
la justicia social en este gran continente. Este es un asunto de
conciencia, que constantemente hay que preguntarse. ¿Qué debe hacer la
Iglesia, qué es lo que no puede y no debe hacer? La Iglesia no es un
poder político, no es un partido, pero es una realidad moral, un poder
moral. [...] Debe ser una realidad moral.
Repito
una vez más: el primer pensamiento de la Iglesia es la de educar las
conciencias y crear así la responsabilidad necesaria. Educar las
conciencias individuales y públicas. Tal vez, en América Latina, pero
también en otros lugares, hay en muchos católicos, una cierta
esquizofrenia entre la moral individual y la moral pública:
individualmente, son creyentes católicos, pero en la vida pública siguen
otros caminos que no responden a los grandes valores del Evangelio que
son necesarios para el establecimiento de una sociedad justa.
Es
bueno educar para superar esta esquizofrenia, educar no sólo a una
moral individual, sino a una moral pública. Y tratar de hacer esto con
la doctrina social de la Iglesia, porque, naturalmente esta moral
pública debe ser una moral razonable y compartida, compartida también
por los no creyentes, una moral de la razón. Por supuesto, a la luz de
la fe podemos ver mejor tantas cosas que también la razón puede ver. Y
precisamente la fe sirve también para eliminar los falsos intereses y
los intereses que oscurecen la razón.
La cuarta pregunta referida a Cuba empezaba recordando las famosas palabras de Juan Pablo II: «Que Cuba se abra al mundo y el mundo se abra a Cuba».
Han
pasado 14 años, pero parece que estas palabras continúen siendo
actuales. Como usted sabe, Santidad, a la espera de su viaje, muchas
voces de la oposición y defensores de los derechos humanos se han hecho
sentir. Su Santidad, ¿usted piensa llevar de nuevo el mensaje de Juan
Pablo II, pensando en la situación interna en Cuba, y en el plano
internacional?
Como
ya he dicho me siento en completa continuidad con las palabras del
Santo Padre Juan Pablo II, que siguen siendo pertinentes hoy en día. Con
esta visita se ha abierto un camino de cooperación y diálogo; un camino
que es largo y requiere paciencia, pero que va hacia delante. Hoy está
claro que la ideología marxista, tal como fue concebida, ya no responde a
la realidad. Porque no tiene respuestas para la construcción de una
nueva sociedad. Deben ser encontrados nuevos modelos, con paciencia.
Este proceso requiere paciencia, pero también decisión, queremos ayudar
en un espíritu de diálogo, para ayudar a construir una sociedad más
justa. Queremos cooperar en este sentido. Es obvio que la Iglesia está
siempre del lado de la libertad: la libertad de conciencia, la libertad
de religión.
News.va / Almudí
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