Un auténtico genocidio financiado con billones de dólares y gestionado por organismos que han exportado su propia corrupción
Hace unos días, un oncólogo portugués, a propósito de un comentario que hice, me facilitó Broken Promises, libro reciente del antropólogo y veterano luchador contra el sida Edward G. Green. El subtítulo del libro se podría traducir: «Cómo la élite dominante del sida traicionó a los países en desarrollo».
Son 270 páginas que apenas permiten contener el aliento, porque
encadenan una serie de historias y de datos que aterran. Nunca un libro
me escandalizó tanto. Y también me escandaliza el silencio sobre él:
salvo desconocimiento mío, ni siquiera intentan contradecirle.
Leyendo a Edward G. Green
se entiende por qué han muerto millones de africanos y por qué seguirán
muriendo, pese a que se sabe cómo combatir la epidemia de un modo
eficaz. Un auténtico genocidio financiado con billones de dólares y
gestionado por organismos que han exportado su propia corrupción. En
algunos países la ayuda externa para el sida es igual o superior a los
ingresos anuales de su hacienda.
La cumbre sobre planificación familiar que los Gates y el Gobierno británico convocaron en Londres se mueve en la misma línea. Otros 1.600 millones de dólares para atender —contra toda evidencia—
las necesidades insatisfechas de 120 millones de mujeres del tercer
mundo: incluyen las 65.000 monjas católicas que viven en África, pero
quizá no millones de chinas que querrían tener más hijos si les dejaran.
El márketing del sida y el de la contracepción van juntos, como explica Green. A ninguno de ellos interesan conceptos como fidelidad,
que promueve y refuerza el papel de las mujeres y controla las
epidemias, porque no se compra, y los condones y los fármacos para curar
o aliviar, sí.
Paco Sánchez
Vagón Bar / Almudí
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