Lago de Genesareth |
¡Necesitas descansar! ¡Tómate unos días
de asueto!, nos aconsejan familiares, amigos, el médico, cuando la
fatiga va haciendo mella en nuestro modo crispado de afrontar los
trabajos y los problemas diarios. La existencia se ha convertido en una
suerte de tobogán por el que nos deslizamos sin control. No dominamos las situaciones sino que son ellas las que lo hacen. No vamos, nos llevan.
“Venid vosotros solos a un sitio
tranquilo a descansar un poco. Porque eran tantos los que iban y venían,
que no encontraban tiempo ni para comer”, nos dice el Señor en el Evangelio de hoy.
Descansando se recuperan las fuerzas,
nos reponemos y evitamos que la salud se resienta, lo que iría en
detrimento de la atención a los nuestros: hijos, familiares, amigos,
compañeros de trabajo. Quien descuidara este deber elemental con el
pretexto de no tener tiempo, acabaría enfermando y no teniendo tiempo
para dedicarse a ese quehacer que tanto le absorbe.
Vivir no consiste en ir a la deriva, sin
mantener un rumbo frente al oleaje y las tormentas de la vida. Todos
los objetivos que nos proponemos nacen siempre en nuestro interior, y
ese interior, esa hoja de ruta, debe trazarse con el necesario descanso, que no consiste en un dolce far niente,
sino en dedicar tiempo a nuestra formación humana, tanto física como
espiritual. El camino de todo logro valioso comienza enriqueciendo
nuestro universo interior, ese laboratorio donde se integran los datos y
experiencias que van madurando poco a poco a la persona y capacitándola
para analizar y unificar la compleja realidad en la que vive.
En este episodio evangélico se nos recuerda que el descanso, buscar “un sitio tranquilo y apartado”,
no implica una huída de los demás y de los asuntos de cada día, es, más
bien, lo que nos permitirá afrontar con más serenidad y eficacia
nuestras obligaciones. Al llegar al lugar de descanso,“Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma”. El descanso permite vivir con alma y con calma.
En el Salmo Responsorial se dice: “El
Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar,
me conduce hacia fuentes tranquiles y repara mis fuerzas”. La
solicitud del Señor con nosotros es encomiada con esta alabanza del
salmista. El descanso es el Tercer Mandamiento del Decálogo.
Justo Luis Rodríguez Sánchez de Alva
Almudí
Almudí
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