Jesús fue inculcando a los suyos, con
numerosas lecciones prácticas, la necesidad de contar con Él. Pero será a
Pedro, la piedra elegida como fundamento de su Iglesia, a quien
proporcionará la importante lección de no confiarlo todo a la
experiencia profesional a través de una asombrosa pesca después de una
noche infructuosa.
Este episodio representará para los
discípulos la toma de conciencia de que la Palabra de Jesús debe
anteponerse a lo que aparece a sus ojos más sensato. A pesar de que
parece inútil ponerse a pescar ahora, Pedro lo intenta de nuevo
confiando en la indicación del Maestro. El resultado fue tal que el
asombro y un temor sagrado se apoderó de todos. “Pedro, explica
Ratzinger, había hecho algo más que llevar a cabo un trabajo manual.
Este suceso se convirtió para él en un camino interior, cuya extensión
describe Lucas con dos palabras. El evangelista, en efecto nos cuenta
que, antes de la pesca milagrosa, Pedro había llamado al Señor Epistáta,
es decir, Maestro, el que enseña. Al volver, en cambio, se arroja a los
pies de Jesús, y ya no le llama Rabí, sino Kyrie, Señor; es decir, se
dirige a él con el nombre reservado a Dios” El Señor lo tranquiliza y le
llama para que se dedique a otra clase de pesca. Pedro y los demás,
“dejándolo todo, lo siguieron”.
“Confía tu camino al Señor y Él
actuará”, dice el Salmista (36). Todos somos vulnerables a la tentación
del desánimo motivado tal vez por unos esfuerzos cuyos frutos no acaban
de llegar, una situación económica apurada que no se soluciona, una
atmósfera familiar conflictiva que en lugar de mejorar empeora a pesar
de nuestro empeño, y, sobre todo, cuando al querer influir
cristianamente en los demás, palpamos lo difícil que es modificar modos
de ser y de pensar o movilizar a las personas. Confiar en Dios no es
cerrar los ojos a la realidad, pero tampoco abandonarse al derrotismo de
quienes todo lo examinan con criterios exclusivamente humanos.
A nuestro lado hay personas a las que un
drama íntimo o alguna experiencia negativa, un malentendido, les ha
apartado de la fe pero conservan la nostalgia de la verdad. También hay
muchos escépticos que han visto cómo muchas utopías se han derrumbado y
el desencanto es el compañero de sus vidas. Pero si alguien allegado a
ellos les hablara con respeto, con la ayuda de Dios, recuperarían la fe y
la alegría.
Siempre hay que echar las redes de
nuevo, confiados en la palabra del Señor, aún cuando nos parezca que va a
ser inútil, porque Dios podría estar esperando ese nuevo intento para
que, los esfuerzos baldíos de anteriores gestiones, se tornen en un
éxito que nos llene de asombro y caminemos con más confianza en Dios.
Justo Luis Sánchez de Alva
Almudí
Almudí
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