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domingo, 22 de diciembre de 2013

EL DÍA DEL SEÑOR: DOMINGO 4º DE ADVIENTO

   
   Se nos anuncia la inminente llegada del Salvador, "Dios con nosotros" (1ª lect), del linaje de David, Hijo de Dios (2ª lect). José, esposo de María, se siente turbado ante el embarazo de ella pero no queriendo infamarla piensa abandonarla en secreto. Un ángel, en sueños, le comunica el misterio (3ª lect). Cada uno de nosotros debería emular esta reserva ejemplar de José cuando el misterio de Dios nos desconcierta. José está dominado por una torturante idea que no le deja dormir. 

   Está seguro de la pureza de María porque la inocencia y la rectitud son difíciles de simular, pero sus ojos ratifican lo que todos ven y en lo que él no ha tenido parte. José tiene motivos suficientes para hacerle una escena a María. Sin embargo, calla. Dios, a través de un ángel, le tranquiliza: "José, hijo de David, no tengas recelo en recibir a María, tu esposa, porque lo que se ha engendrado en su vientre es del Espíritu Santo". 


   ¡Con qué ojos tan distintos miraría a la Virgen a partir de esa aclaración! ¡Dios en el vientre de mi mujer! ¡Dios en mi casa! ¡Con qué respeto y delicadeza la trataría! Dios está entre nosotros, en cada uno. Al encarnarse, su contacto con la humanidad no fue puramente circunstancial sino total, hipostático, lo llamaron los padres de nuestra fe. Dios ha hecho suya la causa del hombre y nos ha advertido que cualquier cosa que hacemos a alguno de sus hermanos más pequeños -que eso somos cada uno- a Él se lo hacemos. Cuando yo sonrío, hago un servicio, evito una palabra que puede herir, me intereso por los demás, estoy sonriendo, sirviendo, evitando herir e interesándome por Jesucristo.

 Preguntémonos en el umbral de estos días navideños en que la familia se reúne y adornamos la casa, se sacan las mejores bebidas, las comidas más sabrosas: ¿Sacamos lo que de más cálido y mejor hay en nosotros para alegrar la vida de quienes nos rodean? ¿Sabemos reprimir el genio, moderar el carácter, pasar por alto los pequeños roces propios de toda convivencia? 

¿Alivio con mi generosidad a quienes no gozan de la abundancia que Dios me ha concedido? Dios está entre nosotros, en el marido, la mujer, los hijos, los hermanos, los vecinos y compañeros de profesión, los enfermos, los menos favorecidos, los que están en prisión... ¡Qué gran cosa sería que el cambio que se operó en S. José ante la aclaración del ángel, se produjera también en nosotros y tratáramos a los demás con la admiración y el afecto con que él trató a quien llevaba en su seno a Dios, María, su esposa!

Justo Luis
Almudí

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