"¿Por qué puso el Señor esta parábola?, se preguntaba S. Agustín. No porque el siervo aquel fuera un modelo a imitar, sino porque fue previsor para el futuro, a fin de que se avergüence el cristiano que carece de esta determinación".
Quiere el Señor que pongamos en los asuntos de nuestra alma, el empeño, la ilusión y la habilidad que muchos ponen en lo que les interesa, en lo que les es más entrañable y querido.
El cristiano no debe tener un tiempo para Dios y otro para los negocios de este mundo, no debe tener "dos señores" sino solamente uno y a Él hay que servir, también en los afanes diarios, con toda el alma. "Escucha Israel: el Señor, nuestro Dios, es solamente uno. Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón...
Las palabras que hoy te digo quedarán en tu memoria, se las repetirás a tus hijos y hablarás de ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado" (Dt 6,4-7).
Los hijos de la luz han de poner todo su empeño por estar presentes en aquellos lugares en que se trabaja por el bien común colaborando con todos con dedicación e ingenio para hallar soluciones que hagan más humana y cristiana la sociedad en que viven.
Como aquellos primeros cristianos que escribían: "no dejamos de frecuentar el foro, el mercado, los baños, las tiendas, las oficinas, las hosterías y ferias; no dejamos de relacionarnos, de convivir con vosotros en este mundo. Con vosotros navegamos, vamos a la milicia, trabajamos la tierra y de su fruto hacemos comercio" (Tertuliano).
La enseñanza, la defensa de la vida y el medio ambiente, la justa distribución de las riquezas, la familia, los medios de comunicación, la libertad, la igualdad de derechos y ante la ley, la transparencia en los negocios y en la política, el acceso de todos a la cultura..., todo aquello que atañe al bien común, debe ser objeto de nuestros desvelos, de forma que esas realidades vayan impregnándose del espíritu de Cristo.
El cristiano no debe buscar el éxito personal como único objetivo: "No podéis servir a Dios y al dinero", nos recuerda el Evangelio de hoy; sino que hemos de servir a Dios con el dinero, el prestigio profesional, con la iniciativa y responsabilidad que el Señor elogia al referirse a los hijos de este mundo.
Juan Ramón Domínguez Palacioshttp://lacrestadelaola2028.blogspot.com
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 16, 1-3
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Un hombre rico tenía un administrador, a quien acusaron ante él de derrochar sus bienes.
Entonces lo llamó y le dijo:
"¿Qué es eso que estoy oyendo de ti? Dame cuenta de tu administración, porque en adelante no podrás seguir administrando".
El administrador se puso a decir para sí:
"¿Qué voy a hacer, pus mi señor me quita la administración? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa."
Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero:
"¿Cuánto debes a mi amo?"
Éste respondió:
"Cien barriles de aceite."
Él le dijo:
"Aquí está tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta."
Luego dijo a otro:
"Y tú, ¿cuánto debes?"
Él contestó:
"Cien fanegas de trigo".
Le dijo:
"Aquí está tu recibo, escribe ochenta".
Y el amo felicitó al administrador injusto, por la astucia con que había procedido. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz.
Y yo os digo: ganaos, amigos con el dinero de iniquidad, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas.
El que es de fiar en lo poco, también en lo mucho es fiel; el que es injusto en lo poco, también en lo mucho es injusto.
Pues, si no fuisteis fieles en la riqueza injusta, ¿quién os confiará la verdadera? Si no fuisteis fieles en lo ajeno, ¿lo vuestro, quién os lo dará?
Ningún siervo puede servir a dos señores, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero».
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