Benedicto XVI, acompañado por miles de romanos y peregrinos, ha llegado poco después de las 4pm. a la Plaza de España, en donde ya había una densa multitud de más de veinte mil personas. Para rezar y hacer la tradicional ofrenda floral ante la Inmaculada, que preside la Plaza. Ofrenda que es signo de la devoción que los romanos tiene por la Inmaculada.
El mensaje de María a la ciudad de Roma, dijo el Papa, se dirige "también a quien no lo tiene en cuenta, a quien hoy no se acuerda siquiera de que es la fiesta de la Inmaculada (...) No tengas miedo, Dios te ama, personalmente, y ha pensado en tí antes de que vinieras al mundo y te ha llamado a la existencia para llenarte de amor y de vida".
"La mirada de María es la mirada de Dios sobre cada uno de nosotros", añadió: " Ella se comporta como nuestra abogada -así la invocamos en la Salve, 'Abogada nuestra'. Porque incluso aunque todos hablaran mal de nosotros, ella, la Madre, diría cosas buenas, porque su corazón inmaculado está sintonizado con la misericordia de Dios.
"Así ve Ella la Ciudad: no como un aglomerado anónimo, sino como una constelación en la que Dios conoce a cada uno por su nombre, uno a uno, y nos llama a resplandecer en su luz. Y aquellos que -a los ojos del mundo- son los primeros, para Dios son los últimos; y aquellos que son pequeños, para Dios son grandes".
Benedicto XVI ha pedido a los cristianos que "elijan el bien aunque cueste" y si es necesario que vayan "a contracorriente". También ha recalcado que el destino de todos "es ser santos como el Padre, ser inmaculados como Jesucristo y ser hijos amados" y que el mundo entero forme "una gran familia sin confines de nacionalidad, color o lengua, porque uno sólo es Dios, Padre de cada hombre".
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