ACTUALIDAD

viernes, 9 de diciembre de 2011

Cardenal Rouco en la Inmaculada: “colocar a Cristo como el centro fundamental de nuestra existencia es un recurso imprescindible para la reforma y renovación moral de la sociedad”

  
   El Cardenal Arzobispo de Madrid, Antonio Mª Rouco Varela, ha presidido esta noche, en la Catedral de Santa María La Real de la Almudena, la solemne Vigilia de la Inmaculada. En su homilía, ha señalado que este año lo celebramos “con redoblado gozo y alegría, fresca todavía en muchos corazones la memoria de la JMJ-2011 de Madrid del pasado mes de agosto”, a la que acudieron los jóvenes peregrinos “con verdadera sed de Dios”.

   En esta nueva Vigilia de “la Inmaculada”, el Cardenal se ha preguntado si “se puede considerar y estimar espiritualmente la JMJ-2011 como el abrir una bella y fascinante página en la vida no sólo de los jóvenes, sino también de las familias y de toda la comunidad diocesana, de un nuevo capítulo de conocimiento y de amor a Cristo, de la mano de la Santísima Virgen, su Madre y la nuestra”. Y ha respondido: “¡No hay duda que sí”. A su juicio, “lo que el Señor espera ahora de nosotros está claro: ¡desde una entrega perseverante y generosa al ideal de la perfección de la caridad -de la santidad-, evangelizar a las nuevas generaciones y a toda la sociedad madrileña! También en Madrid -en sus jóvenes y adultos- se discute y problematiza la cuestión de Dios. Más concretamente, se cuestiona la verdad y el seguimiento de Jesucristo, el Hijo de Dios, hecho hombre, muerto y resucitado por nuestra salvación”.


Ha señalado que “una cultura ha ido abriéndose paso en la formación de la opinión pública y en la selección de los criterios y modelos de comprensión de la vida y de la historia, con fuerza creciente, dominada por una idea del “hombre” a ras de tierra, dueño y señor de sí mismo, sin dependencia alguna de una instancia superior y trascendente. Nuestra cultura −la cultura contemporánea− viene siendo inspirada desde sus orígenes históricos por una exaltación del “super hombre”, acentuada en las últimas décadas por un imperio intelectual del relativismo moral sin fronteras”. Según ha afirmando, “en la vida de no pocos de nuestros jóvenes, desde sus aspectos más íntimos y personales hasta los más profesionales y públicos, no queda ningún campo de experiencia existencial que no esté gravemente tocado por el indiferentismo y la arbitrariedad moral. Las consecuencias saltan a la vista: frustración afectiva, depresión frecuente, pasotismo derrotista, rupturas familiares, fracaso en los estudios, desempleo, miedo a los vínculos estables, huida de la paternidad y de la maternidad… etc. Y, sin embargo, la pregunta por el sentido de la vida, por la verdad, la esperanza y el amor, aunque ahogada muchas veces, sigue punzantemente viva y activa. Problemas y preguntas que ocupan y preocupan también muy dolorosamente a muchas familias y a cada vez más adultos, que esperan y buscan respuestas… Dar las respuestas, que vienen del Evangelio, es nuestra tarea: ¡una tarea inaplazable! Es la tarea de la nueva Evangelización, que el Santo Padre apremia como urgente para toda la Iglesia: sus pastores, consagrados y fieles laicos”.

Además, ha manifestado que “una convincente experiencia de nueva evangelización, por gozosa y atrayente, la hemos vivido en la JMJ-2011” y ha dicho que “la universalidad -¡la catolicidad!- del testimonio de la gran asamblea juvenil, unida en torno al Santo Padre, Benedicto XVI, guiada por su Magisterio luminoso y alentada por el ejemplo de su cercanía entregada e incansable, brilló como la gran señal de la presencia de Cristo entre los jóvenes del mundo y como una nueva luz para los caminos de la humanidad en esta hora tan crítica de su historia. En el trasfondo espiritual de lo que acontecía, y sosteniendo ese nuevo y prodigioso “Sí” de los jóvenes a su Hijo Jesucristo, “El hijo del Altísimo”, “el Hijo de Dios”, estaba María: Ella, la Madre de la Iglesia, que lucía tan joven en esos días “mágicos” del agosto madrileño de la JMJ-2011”.

Ha añadido que “en María Inmaculada, desde el mismo momento de su concepción, es decir, desde el principio de su existencia, queda vencido el pecado en su origen. La lectura del libro del Génesis nos revela con viva expresividad cómo nace el pecado en los primeros pasos del hombre sobre la tierra: ¡rebelándose y desobedeciendo a Dios! pero, a la vez, como ese pecado va a ser vencido por una nueva “Eva”. Es un viejo drama del hombre contemporáneo el de negarse a reconocer el pecado original y, seguidamente, el de rechazar la misma noción y existencia del pecado, a pesar de todos los desmentidos de la historia, tan terrible y dolorosamente trágica en su último siglo. La Virgen Inmaculada -como en Lourdes y Fátima nos advierte con insistencia hoy, en estos momentos críticos de tanto sufrimiento e incertidumbre de la grave necesidad de recuperar la conciencia del pecado. Resulta una pura ilusión, cuando no un alarde de vana soberbia, pretender que entre la actual crisis económica y social y la negación persistente y despectiva de sus raíces morales y
religiosas no haya ninguna relación de causa y efecto. No habría peor engaño que el de afirmar que no se necesita ningún proceso de reforma ética y espiritual de la conciencia personal y de la opinión pública. Los jóvenes de la JMJ-2011 acertaban plenamente cuando se acercaban a “los confesonarios” públicamente reconociendo ante toda la sociedad, que les observaba y admiraba, su condición de pecadores, como el origen de sus más graves e íntimos problemas. Acertaban, sobre todo, al manifestar con ello que había solución, a saber: el perdón, la misericordia y el amor de Jesucristo que en el Sacramento de la Reconciliación tocaba y transformaba su corazón. La Fiesta del Perdón en “el Retiro” fue una de sus expresiones más hermosas”.

En esta Vigilia de la Inmaculada, ha continuado el Cardenal, “a pocos meses después de la JMJ-2011 de Madrid y de la proclamación del ‘Año de la Fe’, María nos recuerda de nuevo, con nuevos argumentos de vida, que la conversión es posible solamente en el encuentro arrepentido, contrito y amoroso con Cristo Crucificado y Resucitado que nos amó y nos ama con un amor infinitamente misericordioso”. Por ello, “colocar a Cristo como el centro fundamental de nuestra existencia vivida en la Iglesia, en primer lugar; y, en consecuencia, de nuestro estar y obrar en el mundo, es, en último término, un recurso imprescindible para la reforma y renovación moral que tanto urge en la hora actual de una sociedad que ansía salir lo más pronto posible de la crisis que la oprime. ¿Tendremos, al menos, nosotros, los jóvenes, las familias y los ciudadanos católicos, la suficiente humildad de corazón y el suficiente coraje interior para un nuevo e inequívoco paso de la Fe en Jesucristo y para ser sus testigos en la vida pública? “La Inmaculada” no nos fallará: ¡nos anima hoy a confiar en su auxilio maternal y a imitarla!”

Concluye afirmando que este año hemos de vivir la Vigilia “como un nuevo y providencial momento para renovar vigorosa y vibrantemente el Sí a Jesucristo de aquellos días prodigiosos del pasado agosto respondiendo con un nuevo y reforzado vigor a la llamada del Santo Padre a la nueva evangelización de los jóvenes de Madrid y de toda España, “Tierra de María”, ¡de España!, defensora constante e infatigable de la verdad de su Inmaculada Concepción, siglo y siglos, hasta la Declaración Dogmática del 8 de diciembre de 1854. ¡Sí a Cristo por María! ¡Sí al testimonio de su gracia y de su amor misericordioso! ¡Sí, a la Nueva Evangelización que el Santo Padre nos encarga y nos propone!”

No hay comentarios:

Publicar un comentario