Benedicto XVI, en su Mensaje para la XLVI Jornada Mundial de la Paz
del 1 de enero de 2013, recuerda los conflictos actuales. Entre otros,
“causan alarma los focos de tensión y contraposición provocados por la
creciente desigualdad entre ricos y pobres, por el predominio de una
mentalidad egoísta e individualista, que se expresa también en un
capitalismo financiero no regulado.
Aparte de las diversas formas de
terrorismo y delincuencia internacional, representan un peligro para la
paz los fundamentalismos y fanatismos que distorsionan la verdadera
naturaleza de la religión, llamada a favorecer la comunión y la
reconciliación entre los hombres”.
A pesar de todo, el Romano Pontífice destaca la vocación del ser
humano a la paz: “las numerosas iniciativas de paz que enriquecen el
mundo atestiguan la vocación innata de la humanidad hacia la paz. El
deseo de paz es una aspiración esencial de cada hombre, y coincide en
cierto modo con el deseo de una vida humana plena, feliz y lograda”.
Es indispensable que las diferentes culturas
actuales superen antropologías y éticas basadas en presupuestos
puramente subjetivistas y pragmáticos
El Santo Padre se basa “en las palabras de Jesucristo:
‘Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque serán llamados
hijos de Dios’ (Mt5,9)”. “La paz presupone un humanismo abierto
a la trascendencia. (...). Es indispensable, pues, que las diferentes
culturas actuales superen antropologías y éticas basadas en presupuestos
teórico-prácticos puramente subjetivistas y pragmáticos, en virtud de
los cuales las relaciones de convivencia se inspiran en criterios de
poder o de beneficio, los medios se convierten en fines y viceversa, la
cultura y la educación se centran únicamente en los instrumentos, en la
tecnología y la eficiencia.”
“Una condición previa para la paz es el desmantelamiento de la
dictadura del relativismo moral y del presupuesto de una moral
totalmente autónoma, que cierra las puertas al reconocimiento de la
imprescindible ley moral natural inscrita por Dios en la conciencia de
cada hombre. La paz es la construcción de la convivencia en términos
racionales y morales, apoyándose sobre un fundamento cuya medida no la
crea el hombre, sino Dios”.
Auténticos trabajadores por la paz son los que aman, defienden y promueven la vida humana en todas sus dimensiones
Respeto a toda vida humana
La construcción de la paz tiene que empezar por el respeto a toda
vida humana: “El camino para la realización del bien común y de la paz
pasa ante todo por el respeto de la vida humana, considerada en sus
múltiples aspectos, desde su concepción, en su desarrollo y hasta su fin
natural. Auténticos trabajadores por la paz son, entonces, los que
aman, defienden y promueven la vida humana en todas sus dimensiones:
personal, comunitaria y transcendente. La vida en plenitud es el culmen
de la paz. Quien quiere la paz no puede tolerar atentados y delitos
contra la vida.”
“Quienes no aprecian suficientemente el valor de la vida humana y, en
consecuencia, sostienen por ejemplo la liberación del aborto, tal vez
no se dan cuenta que, de este modo, proponen la búsqueda de una paz
ilusoria. La huida de las responsabilidades, que envilece a la persona
humana, y mucho más la muerte de un ser inerme e inocente, nunca podrán
traer felicidad o paz. En efecto, ¿cómo es posible pretender conseguir
la paz, el desarrollo integral de los pueblos o la misma salvaguardia
del ambiente, sin que sea tutelado el derecho a la vida de los más
débiles, empezando por los que aún no han nacido? Cada agresión a la
vida, especialmente en su origen, provoca inevitablemente daños
irreparables al desarrollo, a la paz, al ambiente. Tampoco es justo
codificar de manera subrepticia falsos derechos o libertades, que,
basados en una visión reductiva y relativista del ser humano, y mediante
el uso hábil de expresiones ambiguas encaminadas a favorecer un
pretendido derecho al aborto y a la eutanasia, amenazan el derecho
fundamental a la vida”.
Hay que resistir los intentos de equiparar el
matrimonio desde un punto de vista jurídico con formas radicalmente
distintas de unión
El matrimonio y otras uniones radicalmente distintas
El matrimonio insertado en la naturaleza humana juega un papel social
insustituible: “la estructura natural del matrimonio debe ser
reconocida y promovida como la unión de un hombre y una mujer, frente a
los intentos de equipararla desde un punto de vista jurídico con formas
radicalmente distintas de unión que, en realidad, dañan y contribuyen a
su desestabilización, oscureciendo su carácter particular y su papel
insustituible en la sociedad. Estos principios no son verdades de fe, ni
una mera derivación del derecho a la libertad religiosa. Están
inscritos en la misma naturaleza humana, se pueden conocer por la razón,
y por tanto son comunes a toda la humanidad. La acción de la Iglesia al
promoverlos no tiene un carácter confesional, sino que se dirige a
todas las personas, prescindiendo de su afiliación religiosa”.
Recordó que la familia “tiene como vocación natural promover la vida:
acompaña a las personas en su crecimiento y las anima a potenciarse
mutuamente mediante el cuidado recíproco. En concreto, la familia
cristiana lleva consigo el germen del proyecto de educación de las
personas según la medida del amor divino. La familia es uno de los
sujetos sociales indispensables en la realización de una cultura de la
paz. Es necesario tutelar el derecho de los padres y su papel primario
en la educación de los hijos, en primer lugar en el ámbito moral y
religioso. En la familia nacen y crecen los que trabajan por la paz, los
futuros promotores de una cultura de la vida y del amor”.
Incluso en países con una antigua tradición cristiana, se están multiplicando los episodios de intolerancia antirreligiosa
Intolerancia contra las religiones
Tras hablar “del derecho al uso del principio de la objeción de
conciencia con respecto a leyes y medidas gubernativas que atentan
contra la dignidad humana, como el aborto y la eutanasia”, Benedicto XVI
destacó el derecho de libertad religiosa: “es cada vez más importante
que este derecho sea promovido no sólo desde un punto de vista negativo,
como libertad frente–por ejemplo, frente a obligaciones o
constricciones de la libertad de elegir la propia religión–, sino
también desde un punto de vista positivo, en sus varias articulaciones,
como libertad de,por ejemplo, testimoniar la propia religión,
anunciar y comunicar su enseñanza, organizar actividades educativas,
benéficas o asistenciales que permitan aplicar los preceptos religiosos,
ser y actuar como organismos sociales, estructurados según los
principios doctrinales y los fines institucionales que les son propios.
Lamentablemente, incluso en países con una antigua tradición cristiana,
se están multiplicando los episodios de intolerancia antirreligiosa,
especialmente en relación con el cristianismo o de quienes simplemente
llevan signos de identidad de su religión”.
Una renovación de la economía y de la persona
El Papa destacó la función social del Estado frente a un liberalismo
radical. Respecto al panorama laboral dice: “A este propósito, reitero
que la dignidad del hombre, así como las razones económicas, sociales y
políticas, exigen que se siga buscando comoprioridad el objetivo del
acceso al trabajopor parte de todos, o lo mantengan. La condición previa
para la realización de este ambicioso proyecto es una renovada
consideración del trabajo, basada en los principios éticos y valores
espirituales, que robustezca la concepción del mismo como bien
fundamental para la persona, la familia y la sociedad. A este bien
corresponde un deber y un derecho que exigen nuevas y valientes
políticas de trabajo para todos”.
El mensaje plantea una nueva óptica económica: “(…) Desde otra
perspectiva, sin embargo, el éxito auténtico y duradero se obtiene con
el don de uno mismo, de las propias capacidades intelectuales, de la
propia iniciativa, puesto que un desarrollo económico sostenible, es
decir, auténticamente humano, necesita del principio de gratuidad como
manifestación de fraternidad y de la lógica del don. En concreto, dentro
de la actividad económica, el que trabaja por la paz se configura como
aquel que instaura con sus colaboradores y compañeros, con los clientes y
los usuarios, relaciones de lealtad y de reciprocidad”.
Para terminar, el Papa exhorta a “que se cree el convencimiento de
que hay que decir no a la venganza, hay que reconocer las propias
culpas, aceptar las disculpas sin exigirlas y, en fin, perdonar, de modo
que los errores y las ofensas puedan ser en verdad reconocidos para
avanzar juntos hacia la reconciliación. Esto supone la difusión de una
pedagogía del perdón”.
ACEPRENSA
No hay comentarios:
Publicar un comentario