Iglesia prelaticia del Opus Dei |
Mons.
Javier Echevarría continúa su repaso del Credo con motivo del Año de la
fe. En esta carta, comenta las palabras "Creo en un solo Señor,
Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los
siglos..."
Afirma el Prelado al comienzo de su Carta que la dejó preparada la víspera de su viaje a Andorra, invitado
por el Arzobispo, para participar en la celebración del 75º aniversario
de la llegada de san Josemaría a este país, tras haberse evadido –con
una clara protección de Dios– de la triste persecución religiosa,
durante la guerra civil española… Deseo comenzar la carta con estos
recuerdos, para que demos muchas gracias a Dios que, por intercesión de
la Virgen Santísima, cuidó de san Josemaría con una providencia especial
en aquellos difíciles meses. Sigamos nosotros el ejemplo de fidelidad
de nuestro Fundador, abandonándonos siempre con total confianza en las
manos de Dios, especialmente cuando las circunstancias resulten más
costosas.
En su Carta pastoral del pasado mes de noviembre Mons. Javier Echevarría inició una serie de cartas en las que reflexionará sobre la fe a partir del Credo, con motivo del Año de la Fe. Continúo ahora, afirma, con
el segundo artículo del Credo. “Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo
único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de
Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no
creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho” y anima a sus hijas e hijos a meditar con actitud de profunda adoración, estas grandes verdades.
Sin embargo, continúa más adelante, son
muchos los que lo desconocen, o lo ignoran, o lo ponen como entre
paréntesis, pretendiendo colocar al hombre en el centro de todo, y afirma que el
Señor espera de los cristianos que volvamos a alzarle –con la oración,
con el sacrificio, con el trabajo profesional santificado– sobre la cima
de todas las actividades humanas; que procuremos que reine en lo más
profundo de los corazones; que vivifiquemos con su doctrina la sociedad
civil y sus instituciones. «De nosotros depende en parte –os repito con
san Josemaría– que muchas almas no permanezcan ya en tinieblas, sino que
caminen por senderos que llevan hasta la vida eterna».
Recuerda Mons. Echevarría que la primera semana del tiempo litúrgico del Adviento, que nos prepara para la Navidad, nos
anticipa los acontecimientos que tendrán lugar al final de los tiempos,
cuando Jesucristo vendrá en su gloria para juzgar a los hombres y tomar
posesión de su reino. “Vigilad orando en todo tiempo, a fin de (...)
estar en pie delante del Hijo del Hombre”. Y añade: “el cielo y la
tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”
Recoge unas recientes palabras del Santo Padre durante el rezo del Ángelus: «Sabemos
que en la Biblia la Palabra de Dios está en el origen de la creación:
todas las criaturas, desde los elementos cósmicos —sol, luna,
firmamento— obedecen a la Palabra de Dios, existen en cuanto han sido
"llamados" por ella. Este poder creador de la Palabra de Dios se ha
concentrado en Jesucristo, el Verbo hecho carne, y pasa también a través
de sus palabras humanas, que son el verdadero "firmamento" que orienta
el pensamiento y el camino del hombre en la tierra». Y urge para que meditemos,
pues, con frecuencia, las palabras de Cristo que se recogen en el
Evangelio y, en general, en todo el Nuevo Testamento. Procuremos sacar
luces nuevas de esa consideración, para aplicarlas a nuestra existencia
cotidiana. Os sugiero que, conforme al ejemplo de nuestro Padre, cada
tiempo de meditación sea un diálogo vivido con esfuerzo: el Señor nos
ve, nos oye, está con nosotros, hijas e hijos suyos.
Se refiere, ya casi al final de su Carta, a la próxima festividad de la Natividad del Señor: Preparémonos
con fe para esta gran fiesta, que es la fiesta de la alegría por
antonomasia. Vivámosla con toda la humanidad. Vivámosla con todos los
fieles de la Obra. Acudamos a esta cita con la firme decisión de
contemplar la grandeza infinita y la humildad de Jesucristo, que tomó
nuestra naturaleza –otra manifestación de cómo nos ama–, y no nos
cansemos de mirar a María y a José, maestros estupendos de oración, de
amor a Dios.
Año
de la fe, Navidad: ¡qué oportunidad tan grandiosa para que cuidemos más
el apostolado, para que nos sintamos más estrechamente unidos a la
humanidad entera!, afirma para acabar, rogando que
me ayudéis a conseguir las intenciones que llevo en el alma, con la
persuasión de que hemos de ser, en la Iglesia y con la Iglesia, ‘ácies
ordináta’, ejército de paz y alegría para servir a las almas. Recorramos
la Novena de la Inmaculada bien asidos de las manos de la Virgen, y
démosle gracias por su respuesta santa.
OPUSDEI.ORG / ALMUDÍ
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