Dios todopoderoso, aviva en tus fieles, al comenzar el Adviento, el deseo de salir al encuentro con Cristo, acompañados por las buenas obras. Así rezamos los cristianos en este primer domingo de Adviento. Nos preparamos para celebrar, una vez más, el acontecimiento central de la humanidad. Hace 20 siglos Dios irrumpió en nuestra historia: el Hijo de Dios se hizo hombre.
El Señor nos busca ahora: cada Navidad es una ocasión irrepetible para que el Señor inunde nuestra alma. Cuando el Mesías llegó, pocos le esperaban realmente. Vino a los suyos, y los suyos no le recibieron. Muchos de aquellos hombres se habían dormido para lo más esencial de sus vidas y de la vida del mundo. Estad vigilantes, nos dice el Señor en el Evangelio de la Misa. Despertad, nos repetirá San Pablo. Porque también nosotros podemos olvidarnos de lo más fundamental de nuestra existencia.Acojamos la invitación de la Iglesia a caminar con los pastores, en plena noche, vigilantes, dirigiendo nuestra mirada hacia aquella luz que sale de la gruta de Belén.
Os animo a concretar las obras del Adviento: oración, sacrificio, generosidad. En la familia, en el trabajo, en la convivencia con todos en todas las circunstancias. Que la luz llegue a los que no la tienen, en este año de la Fe. Hablad de Dios sin miedo. No olvidéis que los enemigos de Dios temen que los cristianos perdamos el miedo. Rezo todos los días para que mis amigos blogueros y de Facebook pierdan el miedo –si lo tienen- y contagien a los demás la alegría y el optimismo cristiano, proclamando a los cuatro vientos la verdad cristiana.
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