Desbordo de gozo con el Señor y me alegro con mi Dios; porque me ha vestido un traje de gala y me ha envuelto en un manto de triunfo, como novia que se adorna con sus joyas (1). Son palabras que la Liturgia pone en labios de Nuestra Señora en esta Solemnidad, y expresan el cumplimiento de la antigua profecía de Isaías.
Todo cuanto de hermoso y bello se puede decir de una criatura, se lo cantamos hoy a nuestra Madre del Cielo. «Exulte hoy toda la creación y se estremezca de gozo la naturaleza. Alégrese el cielo en las alturas y las nubes esparzan la justicia. Destilen los montes dulzura de miel y júbilo las colinas, porque el Señor ha tenido misericordia de su pueblo y nos ha suscitado un poderoso salvador en la casa de David su siervo, es decir, en esta inmaculadísima y purísima Virgen, por quien llega la salud y la esperanza a los pueblos», (2) canta un antiguo Padre de la Iglesia.
La Trinidad Santa, queriendo salvar a la humanidad, determinó la elección de María para Madre de] Hijo de Dios hecho Hombre. Más aún: quiso Dios que María fuera unida con un solo vínculo indisoluble, no sólo al nacimiento humano y terrenal de¡ Verbo, sino también a toda la obra de la Redención que Él llevaría a cabo. En el plan salvífico de Dios, María está siempre unida a Jesús, perfecto Dios y hombre perfecto, Mediador único y Redentor del género humano. «Fue predestinada desde toda la eternidad como Madre de Dios juntamente con la Encarnación del Verbo, por disposición de la Divina Providencia» (3).
Por esta elección admirable y del todo singular, María, desde el primer instante de su ser natural, quedó asociada a su Hijo en la Redención de la humanidad. Ella es la mujer de la que nos habla el Génesis en la Primera lectura de la Misa (4). Después de cometido el pecado de origen, dijo Dios a la serpiente: Pongo enemistad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la suya. María es la nueva Eva, de la que nacerá un nuevo linaje, que es la Iglesia. En razón de esta elección, la Virgen Santísima recibió una plenitud de gracia mayor que la concedida a todos los ángeles y santos juntos, como correspondía a la Madre del Salvador. María está en un lugar singular y único entre Dios y los hombres.
Ella es la que en la Iglesia ocupa después de Cristo el lugar más alto y el más cercano a nosotros (5); es el ejemplar acabado de la Iglesia (6), modelo de todas las virtudes (7), a la que hemos de mirar para tratar de ser mejores. Es tan gran ' de su poder salvador y santificador que, por gracia de Cristo, cuanto más se difunde su devoción, más atrae a los creyentes hacia su Hijo y hacia el Padre (8).
En Ella, purísima, resplandeciente, fijamos nuestros ojos, «como en la Estrella que nos guía por el cielo oscuro de las expectativas e incertidumbres humanas, particularmente en este día, cuando sobre el fondo de la liturgia del Adviento brilla esta solemnidad anual de tu Inmaculada Concepción y te contemplamos en la eterna economía divina como la Puerta abierta, a través de la cual debe venir el Redentor del mundo» (9).
En Ella, purísima, resplandeciente, fijamos nuestros ojos, «como en la Estrella que nos guía por el cielo oscuro de las expectativas e incertidumbres humanas, particularmente en este día, cuando sobre el fondo de la liturgia del Adviento brilla esta solemnidad anual de tu Inmaculada Concepción y te contemplamos en la eterna economía divina como la Puerta abierta, a través de la cual debe venir el Redentor del mundo» (9).
1 Antífona de entrada. Is 61, lo. - 2 SAN ANDRÉS [)E CRETA, Homilía 1 en la Naiividad de la Santísima Madre de Dios. - 3 CONC. VAT. ll, Const. Lumen gentium, 61. 4 1 Gen 3, 9-15; 20, 5 Const. Lumen gentium, 54. 6 Ibídem, 63. 1 7 Ibidem, 65. 8 Ibidem, 65. 9 JUAN PABLO II, Alocución 8-XII-1982.
Francisco Fernández Carvajal (Hablar con Dios)
Francisco Fernández Carvajal (Hablar con Dios)
Feliz día de la Inmaculada Concepción para ti y todos los que siguen tu blog.
ResponderEliminarUn abrazo.