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viernes, 7 de diciembre de 2012

Georg Gänswein, secretario del Papa, de toda confianza

   Benedicto XVI también ha decidido hacerle prefecto de la Casa Pontificia, es decir, supervisor del todo el entorno del Papa. 

   Es un hecho lo suficientemente excepcional como para ser destacado: hace dos años, monseñor Gänswein abandonó por unas horas al Papa y se desplazó a la isla de Anacapri para recoger el premio Capri-San Michele, que le fue otorgado por “Benedicto XVI, urbi et orbi”, el libro que publicó a principios de 2010 y en el que expone su visión del actual pontificado. Es un texto sin revelaciones espectaculares pero con una clara intención divulgativa.

   Su tesis principal es que el Papa pone su interés en “reafirmar el núcleo de la fe cristiana: al amor de Dios al hombre, que encuentra en la muerte de Jesús en la cruz y en su resurrección una expresión insuperable”.

   Una frase que resume la forma y el fondo del estilo que Gänswein quiere imprimir a su función y a la imagen que quiere que se tenga del Papa: es consciente de las exigencias de la comunicación moderna -de ahí sus esporádicas entrevistas- pero no consiente que las polémicas y las anécdotas roben protagonismo al auténtico mensaje del Papa, el espiritual.


Para conseguir su propósito, no duda en responder directamente. Bien lo saben los responsables de un programa satírico de la televisión italiana. Hace cuatro años, tiempo le faltó a Gänswein para protestar por la emisión de unas piezas irreverentes. “La sátira está muy bien. Pero esas cosas carecen de la más mínima calidad intelectual y ofenden a los eclesiásticos”. No consta que se hayan vuelto a emitir.
No será porque Georg Gänswein, de 54 años de edad sea un hombre cerrado o insensible alas corrientes del mundo. De joven era un fan de Cat Stevens y de Pink Floyd, además de un deportista consumado, esquiador, profesor de tenis y piloto privado. 

De pequeño, este hijo de un herrero, mayor de cinco hermanos y cuya infancia transcurrió, como la del Papa, en la campiña bávara, quería ser corredor de Bolsa. Hasta que las dudas existenciales se impusieron y emprendió el camino del sacerdocio. Su obispo de entonces le empujó a ampliar sus estudios con una licenciatura en Derecho canónico. No fue de su agrado y a punto estuvo de dejarlo todo hasta que un profesor le hizo recapacitar.

Fue un gesto providencial que sentó las bases de una -hasta ahora- casi perfecta trayectoria eclesiástica. A mediados de los noventa, a su gran sorpresa, le llamaron de Roma para incorporarse a la Curia como “sacerdote de lengua alemana”. No tardó en trabajar para la Congregación del Culto Divino y, más tarde, para la Congregación para la Doctrina de la Fe, presidida entonces por el cardenal Joseph Ratzinger. Ambos iniciaron una fructífera relación profesional e intelectual que desembocó en 2003 en su nombramiento como secretario particular del purpurado.

Desde entonces, es su hombre de confianza, por encima incluso de los cardenales Bertone, Cañizares y Schönborn.

Una lealtad a prueba de hierro perfectamente plasmada en la frase que dirigió al nuevo Papa, nada más ser elegido: “Padre santo, te prometo mi obediencia, mi lealtad y mi aplicación en los que requieras de mi. Estoy disponible para ti con todas mis fuerzas, sin reserva”. Como recordó a Peter Seewald, el Pontífice le miró, asintió con la cabeza y se lo agradeció. 

'Monseñor George Cloney'
Inevitablemente, su proyección pública se disparó tanto por su nueva ocupación como por su físico. Sobre esto último, Vanity Fair -poco sospechosa de interés por el hecho religioso- llegó a llamarle “monseñor George Clooney”. Donatella Versace, por su parte, se inspiró en su figura para una línea de vestimenta sacra.

Gänswein es consciente del interés que despierta su apariencia y admite recibir cartas de amor;.No es insensible a los piropos pero sabe perfectamente cual es su cometido, estar con el Papa a las duras y a las maduras. Por ejemplo, visitar en el hospital a Susana Maiolo, la joven desequilibrada que intentó agredir al Santo Padre la pasada Nochebuena, y transmitirle el perdón de Benedicto XVI,

Reconoce que las formas de este Papa difieren mucho de las de Juan Pablo II pero niega que el Palacio Apostólico se haya convertido en un búnker. La actividad no decae, viene a decir. De vez en cuando, desliza una confidencia para contentar al personal: sí, la bicicleta estática sigue en el apartamento papal, y su salario sigue siendo el de un sacerdote. No, el Papa nunca usa ropa privada, siempre va de blanco.
No hace sino seguir el sabio consejo que le prodigó Monseñor Dziwisz, su antecesor en el cargo: “El Papa no debe ser asfixiado por nada y por nadie”. Gänswein lo interpreta no reteniendo al Papa ningún documento oficial pero filtrando con rigor todo el resto.

¿Su influencia es tan importante como la de Dziwisz en los últimos años de Juan Palo II? El vaticanista Marco Politi escribía en 2010 en “La Repubblica”, que su mano se dejaba sentir en la Curia, pero ni más ni menos que la de sus antecesores. Meses más tarde, Giacomo Galeazzi advertía en La Stampa que “el nombramiento del nuevo arzobispo de Turín ya tiene el visto bueno de don Georg”. A buen entendedor, pocas palabras bastan.

Desde hace tiempo, se aseguraba en Roma a Gaceta.es, que Gänswein tenía garantizado un importante destino episcopal cuando termine el Pontificado. “Como mínimo arzobispo auxiliar de Munich”, dicen desde el anonimato. Todo está en el 'como mínimo'. Al final, ha sido arzobispo y antrs de que termine el pontificado.

LA GACETA

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