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lunes, 4 de marzo de 2013

Carta del Prelado del Opus Dei (marzo 2013)

   Mons. Javier Echevarría invita en esta carta a rezar por el cónclave y por el nuevo Romano Pontífice. Luego, continuando su comentario a los artículos del Credo, se detiene en la pasión, muerte y sepultura de Nuestro Señor Jesucristo, desentrañando su valor salvífico e impulsando a aprovechar bien la Semana Santa

      Manifiesta el Prelado estar conmovido al coincidir la fecha de su Carta de este mes con el primer día de sede vacante en la Iglesia tras la renuncia de Benedicto XVI al Supremo Pontificado.

      Recuerda unas palabras del profeta Isaías que le sugieren que una vez más en los momentos actuales, como para dejar claro −si fuera necesario− que el Paráclito es quien guía a la Iglesia, y manifiesta que han venido a mi corazón aquellas palabras de Jesús, dirigidas a los Apóstoles y a los discípulos de todos los tiempos, cuando se acercaba el momento de ausentarse visiblemente de la tierra: “no os dejaré huérfanos (...). Yo rogaré al Padre y os dará otro Paráclito para que esté con vosotros siempre”


      El Señor no nos quiere huérfanos, continúa. Al subir el Maestro a la diestra del Padre, confió a Pedro el timón de su barca, y esa concatenación no se pierde, porque después de un pontificado viene otro, según la promesa de Cristo a Simón: “Yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella”. La palabra de Cristo no puede fallar. Pero −con todos los católicos− hemos de rezar, rezar y rezar, como sugerí a vuestros hermanos nada más conocer esta noticia. Dios cuenta con nuestra plegaria por el cónclave que se reunirá dentro de pocos días y por el nuevo Romano Pontífice que el Señor, en su providencia, haya preparado.

      Transcribe el Prelado lo que decía San Josemaría en momentos de sede vacante, en 1958: “quería hablaros una vez más de la próxima elección del Santo Padre. Conocéis, hijos míos, el amor que tenemos al Papa. Después de Jesús y de María, amamos con todas las veras de nuestra alma al Papa, quienquiera que sea. Por eso, al Pontífice Romano que va a venir, ya le queremos. Estamos decididos a servirle con toda la vida.

      Rezad, ofreced al Señor hasta vuestros momentos de diversión. Hasta eso ofrecemos a Nuestro Señor por el Papa que viene, como hemos ofrecido la Misa todos estos días, como hemos ofrecido... hasta la respiración”, y sugiere, mientras esperamos llenos de fe el resultado del cónclave, manifestar el agradecimiento a la Santísima Trinidad por los ocho años de pontificado de Benedicto XVI, en los que ha ilustrado de modo admirable, con su magisterio, a la Iglesia y al mundo, por los que los cristianos −también los demás hombres y mujeres de buena voluntad− hemos adquirido una deuda de gratitud con Benedicto XVI; un débito que sólo es posible pagar rezando por su persona e intenciones, correspondiendo a lo que él ha asegurado que hará por nosotros.

      Continúa su Carta, al hilo de las sugerencias de la Carta apostólica ‘Porta fídei’, sugiriendo que meditemos con calma el Credo. El llamado ‘Símbolo de los Apóstoles’, que se puede rezar especialmente durante la Cuaresma, afirma que Nuestro Señor Jesucristo “padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos” y manifiesta que ¡qué agradecimiento debemos tener a Nuestro Señor, por el amor inconmensurable que nos ha demostrado! Libremente y por amor ha ofrecido el sacrificio de su vida, no sólo por la humanidad tomada en su conjunto, sino por cada una, por cada uno de nosotros.

      Próxima la Semana Santa, busquemos sacar aplicaciones personales de las escenas que la liturgia nos mueve a considerar. “Meditemos en el Señor herido de pies a cabeza por amor nuestro”, invitaba san Josemaría. Detengámonos sin prisa en los últimos momentos del paso de Nuestro Señor por la tierra. Porque “en la tragedia de la Pasión se consuma nuestra propia vida y la entera historia humana. La Semana Santa no puede reducirse a un mero recuerdo, ya que es la consideración del misterio de Jesucristo, que se prolonga en nuestras almas; el cristiano está obligado a ser “alter Christus, ipse Christus”, otro Cristo, el mismo Cristo. Todos, por el Bautismo, hemos sido constituidos sacerdotes de nuestra propia existencia, para ofrecer víctimas espirituales, que sean agradables a Dios por Jesucristo (1 Pe 2, 5), para realizar cada una de nuestras acciones en espíritu de obediencia a la voluntad de Dios, perpetuando así la misión del Dios-Hombre” (Es Cristo que pasa, n. 96).

      Y para concluir, prepararemos el pontificado del próximo Papa. Apoyemos con nuestras oraciones y sacrificios la tarea de los cardenales reunidos en el cónclave para elegir al sucesor de san Pedro, a quien ya amamos con toda el alma: esta intención puede ser clave para nuestra presencia de Dios en el tiempo de sede vacante.Todas las Cartas del Prelado en pdb y en ePub

Almudí 

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